Capítulo 22

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Koa.

Hacía poco nos habíamos subido al avión, una azafata por los altavoces anunció desde hace dos minutos exactamente que debíamos ponernos cinturón de seguridad y desde hace solo cincuenta segundos ha empezado la turbulencia del avión, cuyo tiempo ha avanzado en lo que medito en mis divagaciones.

Estamos viajando en primera clase, por lo que vamos los seis en el reducido espacio, sin que a este pueda acceder solo que más una azafata, no están los cuchicheos de otras personas a nuestro alrededor, ni niños por aquí y allá.

Me gusta la privacidad a en los viajes, sin embargo, este en especial me resulta de los más tenso.

Mis hijos no hablan, lo que es raro en ellos, Koi y Kaili siempre tienen algo que decir, Bella busca algo dentro de su bolso o eso finge, mi madre por su parte lee El conde de Montecristo, libro de Alexander Dumas y Violette, ella no me suelta ni para ir al baño, cosa que me está empezando a molestar, tengo mucho en que pensar, cosas trabadas que liberar y su hostigamiento me asfixia.

Estoy tratando con todo lo que soy, detenerla con diplomacia sin darle lugar y poder a mi bestia interna.

Si algo detesto enormemente es que alguien esté las veinticuatro hora del día pegado a mí, encima o detrás, es molesto e inquietante, los seres humanos necesitamos espacio, libre albedrio, todas mis antiguas relaciones he dejado eso claro, algunas no pudieron entenderlo y respetarlo, causa principal de que hayamos tenido más de una pelea y no que es que Violette no lo haya tenido en claro, solo que ella cree que le da derecho actual así por los seis meses de relación que tenemos, tiempo más que suficiente para mí, es un record.

—¿Pedimos algo? —inquiere Violette, amigable.

La turbulencia ha pasado.

—Por supuesto —afirmo —. De paso, por favor, deja mi brazo unos minutos, Violette, soy un humano, no un ave que volara en cualquier momento.

Mi respuesta no le agrada, me doy cuenta por la forma en la que su frente se arruga, sus labios se fruncen, cruza las piernas, los brazos bajo su pecho.

—Estoy solo siendo cariñosa, algo que es normal, eres mi pareja —se justifica, elevando el tono un poco más.

Aquí viene con los dramas, esos que tengo memorizado, no funcionan conmigo.

—Creo que deberían dejar sus problemas de parejas para la casa —comenta Bella sincera —. Ahí fuera hay personas que al igual que a nosotros no nos incumbe sus discusiones como para escuchar.

Toda la preciosa boca que se carga llena de razón.

—Tú misma lo dijiste, Bella —coincide irónica, Violette —, a nadie debe importarle, por lo que tu deberías ahorrarte tu comentario.

Bella deja su bolso con fuerza sobre los reposa brazos.

—¿Perdón? —pregunta indignada —. ¿Me estas mandando a callar, Violeta?

Los niños han dejado sus tabletas de lado, mi madre baja sus lentes a el puente de la nariz, cerrando el libro luego de marcar sobre la página donde se quedó.

—Lo que entendiste, rubita —sisea, Violette, maliciosa.

—Cuida como le hablas a mi nieta, Violette —advierte mi madre con seriedad —. No entiendo tu molestia, ella solo te ha dicho la realidad, problemas de parejas es solo eso.

—Además a nosotros nos irrita escuchar sus discusiones —declara mi hija en complicidad de su hermano.

Tallo mi frente, estrés, cansancio, dolor de cabeza, anoche no dormí ni una mierda y ahora esto. Envejeceré antes de lo provisto, joder que tengo cuarenta y uno, las canas a este paso van a teñir rápido mi cabello.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now