Capítulo 35

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Violette.

El tobillo no me impide hacer de las mías y disfrutar de un día de compras y spa, me ayuda con los golpes y los músculos entumecido.

Leonel, él sigue investigando quién diablos se metió a mi departamento y violentó mi cuerpo a base de golpes inhumanos. Sé que viene de parte de la gorda obesa que es Bella Jones.

Su carita de mosca muerta no me convence, aunque todos digan lo contrario que ella no fue, mi mentalidad tiene una visión clara de todo.

Esa perra me mandó a golpear y Koa la alcahueta porque seguro lo enculó desde ya.

Zorras como ella es lo único que saben hacer.

La masajista estira mis músculos adoloridos, una especialista en el cuidado de la piel me aplica unas cremas para que no me vayan a quedar marcas por los raspones en mi piel.

Me enerva verme en lo que estoy, herida, lastimada, mi cutis rústico y maltratado. Ejerzo tanta fuerza a la hora de cerrar los puños que duelen las uñas en la palma.

Tengo moretones en la espalda, me duele mover algunas costillas, parezco como si un tren me ha atropellado.

Ya me las pagará esa perra infeliz, estaré atenta a cada uno de sus movimientos y cuando llegue el momento indicado, atacaré, le daré donde más le duele.

Va a arrepentirse de haberse metido conmigo.

—Ten cuidado, estúpida —regaño a la chica que trabaja en mis hombros —. Si no sabes hacer tu trabajo, mejor lárgate.

Cuando te rodeas de inútiles suele suceder esto, tal parece que anda desconcentrada.

Las personas incompetentes las detesto con todo lo que soy, son inservibles, míseros insectos que deben ser desechados.

—Lo lamento, señorita, pero tiene un nudo muy grande aquí, es natural que le duela, además su cuerpo...—alzo la mano para que se calle.

—No necesito que me lo recuerdes, ¿Okay? Solo has tu trabajo y si no puedes, ya te dije, lárgate —espeto tajante.

Asiente, tragando grueso.

Es lista al quedarse callada y no replicar nada en mi contra, no estoy sola, no me importará descargar mi ira contra ella. Soy un maldito huracán a punto de estallar.

Parece entender, puesto que prosigue en su trabajo colocando música armoniosa que estimula mis sentidos. Me traen vino y un postre como merienda por mi petición, arreglan mis uñas rotas sustituyéndolas por unas nuevas.

Al terminar me siento mejor. Evito mirarme demás en el espejo, sufro al ver mi reflejo.

Frustrada voy a la sala de estar que es parte del conjunto de habitaciones que conforman la mansión de Leonel.

La tarde se cierne sobre Londres, el sol empieza a esconderse. Relleno mi copa con el vino caro y cristalino dando un sorbo en lo que enciendo la televisión justo en la sección de noticias.

Paso canales hasta hallar lo que busco.

Imágenes del incendio se repiten una y otra vez, los rostros de los afectados son distorsionados por los técnicos de edición de cada canal que transmite la noticia.

El hecho ocurrió a tempranas horas de las mañanas y aún no paran de hablar de lo mismo. Es comprensible al ser Koa uno de los hombres británicos americanos más influyente de toda Europa.

Según los titulares no se la ha visto la cara desde la llegada a las diez cincuenta y tampoco ha dado declaraciones al respecto.

Hombre rudo.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now