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Ahn Ki-Jeong se despertó por el agudo chillido de su celular. Gruñó enfadado y golpeó la pantalla para apagar la alarma que había olvidado desactivar. Maldijo entredientes al ver la hora: nueve de la mañana.

—¿Quién se despierta a esa hora un domingo? —balbuceó dando vueltas en la cama. Aunque trató de cerrar los ojos y volver a dormir no pudo conciliar el sueño.

Resignado, decidió levantarse y desayunar. Era extraño despertar y que Young-Soo no estuviese ahí, pero se alegraba por él y esperaba que fuese sincero con Han-Jae. Era irónico que le pidiese ser sincero cuando él mismo no podía seguir su propio consejo. A pesar de que prometió que hablaría con Do-Hyeon no había hecho ningún esfuerzo en buscar al adolescente en la escuela ya que temía ser evitado de nuevo.

Sacudió la cabeza para dejar de pensar en eso y se concentró en hacer algo para comer.

—¿Es enserio? —rezongó al ver que no había huevos en la nevera.

Podría comer otra cosa, pero de verdad quería comer huevos fritos esa mañana así que no le quedó de otra más que ir a la tienda de conveniencia de la esquina. Aún había una suave llovizna, así que se puso una enorme chaqueta encima de su pijama que consistía en pantalones de deporte y una sudadera. Se ató el cabello en una media coleta y sin importarle su rostro de recién levantado emprendió camino.

No había mucha gente en las calles. El mercado, sin embargo, estaba bastante lleno. Este se encontraba casi frente a la tienda de conveniencia, ahí se vendían verduras y frutas, comida callejera y otros productos.

—Debería hacer una lista, tenemos pocas verduras en casa —susurró para sí mismo mientras entraba a la tienda.

Tomó una bandeja de huevos y dos bolsas de patatas fritas para comer con Young-Soo cuando volviese a casa. Si es que volvía.

Al darse vuelta para ir a pagar chocó con el cuerpo de un hombre. Los huevos casi caen al piso, pero una mano logró sujetarlos antes de que ocurriese un desastre.

—Lo siento, no vi... —se quedó mudo al reconocer a la persona frente a él— ¿Do-Hyeon?

—Enfermero Ahn —balbuceó.

Ki-Jeong no pudo evitar analizarlo. Vestía unos pantalones y zapatillas deportivas, una sudadera negra y una bandana en la cabeza alejando el cabello de la cara. Se veía un poco avergonzado.

—¿Vives por aquí? —le preguntó sin querer.

—No, mi familia vende verduras en el mercado. —murmuró un poco sonrojado— Yo les ayudo.

—Vaya, eso es genial. —no pudo evitar halagarlo. Otra persona tal vez habría dicho que estaba de paso ya que muchos se avergonzaban al admitir que sus familias trabajaban en el campo— Eres un buen hijo.

Do-Hyeon se sonrojó hasta las orejas y apartó la mirada. No dijo nada más. Ki-Jeong apretó los labios pensando en que era mejor irse.

—Bueno, nos vemos —susurró luego del embarazoso silencio.

Pasó por su lado y caminó rápidamente a la caja. Pagó por sus cosas y salió a pasos acelerados para poner la mayor distancia posible entre ellos. Hablar sería una perdida de tiempo, Do-Hyeon se había notado terriblemente incómodo con él.

Una parte de él se culpaba por eso, había querido alejar al chico cuando se le confesó, pero ahora que ya no estaba a su alrededor lo quería cerca otra vez. Era realmente un idiota. Un idiota que no se dio cuenta de que estaba enamorado hasta que arruinó su oportunidad de ser feliz.

Se detuvo en medio de la vereda para limpiarse los ojos. No tenía derecho alguno de llorar, sin embargo, las lágrimas salían sin querer. Unas cuantas gotas le cayeron en el rostro debido a la lluvia. Había salido sin paraguas creyendo que solo demoraría cinco minutos. Y ahí estaba, parado en la solitaria vereda llorando como un niño.

Zero O' Clock | Novela BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora