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Young-Soo había dicho que iría a ducharse, pero ya que lo había hecho anoche decidió solo lavarse el rostro con calma. Después de asearse fue a la habitación a cambiarse de ropa ya que solo se había puesto una sudadera encima para disimular que aún estaba en pijama.

Antes de entrar a la sala escuchó las voces de su novio y su mejor amigo. No queriendo interrumpir se quedó en medio del pasillo a esperar que su charla acabase.

—... cuando lo conocí. Solo tuve que verlo a los ojos para caer rendido a sus pies. —escuchó de parte de Han-Jae— Después conocí al hombre detrás de aquella mirada. Sus miedos, sus alegrías y sus penas. Y comprendí que nunca es tarde para conocer el amor.

No tenía que ser un genio para saber que hablaba de él. Las mejillas se le calentaron luego de oír aquellas palabras tan bonitas a las cuales ya debería estar acostumbrado ya que Han-Jae todos los días se encargaba de decirle que lo quería. Se sentía un poco mal por estar espiando, pero ansiaba seguir oyendo.

—¿Es el amor de tu vida? —preguntó Byung-Ho.

—Si, lo es —respondió Han-Jae sin titubear.

Young-Soo abrió los ojos en grande y se tapó la boca para evitar soltar un chillido. Si bien llevaban casi cuatro meses de relación jamás se habían dicho "te amo" a pesar de que era realmente obvio que los sentimientos entre ambos ya habían llegado a ese nivel.

Si lo pensaba bien, el primer novio que tuvo en su último año de secundaria fue su primer amor, pero Han-Jae era el amor de su vida. No podía imaginarse con nadie más en el futuro e incluso si por cosas del destino terminasen su relación siempre lo consideraría como el amor de su vida. Ahora se daba cuenta de ello.

Sin poder evitarlo los ojos se le humedecieron suavemente.

—Te has vuelto cursi, me haces sentir solitario. —rio Byung-Ho distrayéndolo— ¿No tendrá Young-Soo-ah alguna amiga o amigo soltero que me presente?

—Tendrías que preguntarle a él.

Decidió dejar de oír a escondidas e ir al baño a mojarse las mejillas y secarse los ojos para que no se notase que casi había llorado. Por desgracia olvidó cerrar la puerta del baño.

—¿Dulzura, que pasa? Tienes los ojos enrojecidos —preguntó Han-Jae entrando al baño y tomando su rostro para verlo mejor.

El calor que había logrado disipar volvió en menos de un segundo al ver su rostro.

—Ah, solo tenía una pestaña en el ojo. —se inventó— No te preocupes, ya la he sacado.

Él pareció conforme con la respuesta y acarició sus mejillas antes de salir del baño. Young-Soo soltó el aire que estaba conteniendo y se mojó el rostro de nuevo. Siguió el mismo camino que su novio una vez terminó de alistarse.

El centro de la cuidad estaba repleto de gente paseando, comprando regalos o admirando las decoraciones navideñas especialmente puestas para adornar las calles. Byung-Ho era como un cachorro hiperactivo caminando de un lado a otro, comprando comida de cada puesto callejero que se le cruzase y tomando fotografías sin parar. Han-Jae y él estaban cansados de caminar tras el detective, pero este parecía tener tanta energía como para correr una maratón.

—¿Hay algún buen lugar de estofado por aquí? —preguntó mordisqueando una salchicha— Muero de hambre.

Young-Soo abrió los ojos en grande al oír aquello, pero su novio no pareció sorprendido.

—Dos cuadras más arriba.

Byung-Ho sonrió y caminó delante de ellos como si estuviese guiándolos.

Zero O' Clock | Novela BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora