Capítulo XXX

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Tal como lo había dicho, Samanta no iba a quedarse de brazos cruzados. Después de hablar con más calma con los doctores de Lena sobre lo que había sucedido, se encontraba ahí justo afuera de aquella casa. Había usado algunas influencias de las muchas que tenía por ser la actriz que era y así había conseguido la dirección. Era un lugar residencial muy cerca de donde ella vivía, con casas de lujo y aunque generalmente solo podían pasar a la zona de las residencias con invitación, Samanta con los contactos que tenía logró que la dejaran pasar hasta en frente de aquel lugar.

Volteó hacia los lados, percatándose de que no hubiera nadie que pudiera reconocerla, aunque llevaba unos lentes que le cubrían gran parte del rostro, por lo que de lejos era sumamente complicado que alguien pudiera saber que era ella y lo privado del lugar hacía que casi no hubiera nadie al rededor. Cuando estuvo totalmente segura tocó la puerta un par de ocasiones hasta que la puerta se abrió.

─ ¡Vaya sorpresa! La famosísima Samanta Lawr en mi casa, ¿a qué debo el honor? ─decía la mujer con la voz llena de ironía y con una sonrisa impregnada en su rostro.

─Por favor, Silvia, déjate de juegos. ─respondió Samanta con molestia ─tú sabes perfectamente porque estoy aquí.

Silvia seguía con esa sonrisa irónica en el rostro.

─Pasa ─le dijo, haciéndose a un lado para que Samanta entrara completamente.

─ ¿Sabes que lo que hiciste es ilegal? ─preguntó Samanta sin mayor preámbulo, estaba parada frente a Silvia.

─No tengo idea de qué estás hablando ─dijo Silvia sin quitar aquella sonrisa de su rostro, también se encontraba de pie, observando a Samanta.

Samanta negó con el rostro.

─Meter droga a una clínica de rehabilitación es ilegal y puedes tener serias consecuencias por eso ─dijo seriamente, mientras sacaba algunos papeles del bolso que llevaba colgado.

Silvia hizo una mueca con los labios.

─De nuevo, no sé de qué estás hablando...

─Hay pruebas de que fuiste tú─ interrumpió Samanta.

Por primera vez el rostro de Silvia cambió de semblante, ya no mostraba esa sonrisa triunfal en su rostro, en vez de eso, estaba sumamente seria.

─ ¿Qué quieres? ─preguntó directamente, sentándose en el sofá que se encontraba justo detrás de donde estaba de pie.

─Esto es una orden de alejamiento ─Samanta le extendió los papeles que había sacado de su bolso─ no vas a poder acercarte a Lena en un año.

Silvia alzó una ceja haciendo una mueca con los labios mientras tomaba aquellos papeles y leía de pasada la primera hoja.

─ ¡Vaya! Te confieso que me has sorprendido, no sabía de lo que eres capaz de hacer por Lena... ─dijo en tono burlesco.

─Es esto o vas a la cárcel, no solo por violar la orden de alejamiento si no por introducir sustancias ilegales a la clínica de rehabilitación, hay cámaras que lo prueban, tú decides. ─dijo Samanta con el tono sumamente firme, sin dejar de observarla con esa mirada que le decía que estaba dispuesta a todo por defender a Lena.

Silvia sonrió de medio lado, estaba atrapada y a decir verdad no tenía muchas opciones.

─ ¿Lena lo sabe? ─preguntó, haciendo que Samanta fuera la que sonriera de medio lado.

─No es algo que te interese... ─Silvia rio ligeramente─ pero si, lo sabe todo ─mintió Samanta.

No era cierto, no lo sabía, así como tampoco era cierto que hubiera alguna cámara que hubiera filmado a Silvia dándole la droga a Lena, pero Samanta sabía que tenía que hacer que aquella mujer se alejara de Lena, al menos hasta que Lena se recuperaba. Con los contactos e influencias que tenía había logrado esa orden de alejamiento y sabía también que de una vez tenía que dejarle muy claro todo a Silvia.

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