Capítulo XI

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Capítulo XI.

Samanta tenía los ojos puestos en aquella pantalla, sentía que el corazón en cualquier momento iba a salírsele del pecho. Tragó saliva y dudó algunos segundos, no sabía en realidad qué hacer, ¿debía responder? Se preguntó. Dentro de su interior sentía que se libraba una batalla; una parte de ella quería responder aquel mensaje, quería hacerlo en verdad, pero por otro lado la otra parte le decía que no lo hiciera, que aquello no tenía caso.

Pensaba en todo eso, en todo lo que estaba sintiendo. Tal vez el problema era ese, que pensaba demasiado en todo, últimamente así era, pero tampoco podía evitarlo. Lo cierto era que ver a Lena ahí, a esos pocos centímetros de ella, la había impactado por completo, más de lo que se atrevía a aceptar. Era algo que le había tomado por sorpresa, que no esperaba que sucediera, al menos no en ese momento. Cuando la vio sintió que iba a desmayarse, que tenía que salir corriendo porque no podía con todo eso que estaba sintiendo, era demasiado. ¿Por qué tenía que sentirlo aún? Maldijo una y otra vez, no era justo, no quería sentir aquello. Tenía que irse y eso hizo, se fue de ahí, como la cobarde que era, salió corriendo de aquel lugar.

Pensó en Lena, en su rostro y en sus ojos, más expresivos que nunca, recordó cuando sus ojos se encontraron con los suyos. Se veían diferentes, podía notar algo en ellos, no sabía si tal vez era por la sorpresa de verse, de encontrarse ahí, pero los ojos de Lena que siempre le habían expresado tantas cosas en ese momento se veían diferentes. Tristes, tal vez. Probablemente era que había cambiado, ambas lo habían hecho; eso había pasado aquella vez después de su romance en la escuela a los 17 años, eran diferentes cuando se reencontraron a los 24 y ahora lo eran también a los 30, lo eran mucho más, había pasado toda una vida ya.

Suspiró.

Podía ver esas diferencias en Lena, seguía igual de bella que siempre, eso no podía negarlo, su cabello tan rubio, ahora mucho más largo de lo que recordaba. También su estilo, ahora lucía como toda una estrella de rock y eso era, ya no solo era la Lena Evans que ella había conocido, ahora también era esa cantante, la más famosa del momento. Solía no pensar en aquello, no le gustaba hacerlo, por el hecho de que eso le hacía pensar en lo que había sucedido, en su relación, no quería pensar en ella. Pero claro que lo sabía, sabía todo lo que Lena había logrado y en su interior se sentía sumamente orgullosa por ella.

Pero era una sensación agridulce, porque esa alegría por ella, ese orgullo que sentía, se veía opacado por lo demás. Samanta a veces no se entendía, no odiaba a Lena, aunque a veces, sin querer, actuaba como si lo hiciera, no lo hacía, ella más que nadie sabía que ambas habían acordado terminar su relación, en especial Samanta, ella misma le había dicho que tenía que perseguir sus sueños, que tenía que aceptar ir a Europa y grabar ese disco.

Y después también ella había sido la que decidió cortar el contacto con Lena. Tal vez era demasiado inmadura y egoísta, no podía verla como amiga y saber de ella constantemente. En verdad que lo intentaba, lo había intentado y lo único que había ganado era irse a dormir cada noche con lágrimas en los ojos. Y entonces había decidido decírselo y después bloquear a Lena de todos lados y así lo había mantenido hasta hace unas semanas cuando escuchó aquella canción.

Había pensado que tal vez ahora que ella estaba con Rachel, que estaba en esa otra relación podría ver a Lena como una amiga. Pero no, quería a Rachel, eso era verdad, la quería mucho, pero Lena estaba ahí constantemente apareciendo, al menos su recuerdo, su imagen, su fantasma, aparecía repetidamente y sin descanso.

Samanta se recargó en aquel sofá y subió las piernas recostándose completamente en él. Volvió a tomar su celular que se encontraba en la mesita justo al lado, con aquel mensaje en la pantalla. Pensó en Rachel, seguramente estaba enojada, tendría razón en estarlo. En ese momento sonó su celular apareciendo el nombre de Matt en la pantalla y lo apagó, lo cierto era que no tenía ganas de hablar con nadie por esa noche. Se acomodó en uno de los cojines del sillón y sus ojos comenzaron a cerrarse poco a poco.

Cosas del Destino Where stories live. Discover now