Uno (piloto)

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Y así pensé que mis días serían calmados y color de rosa cuando elegí quedarme con la abuela, pero parecía que las cosas a mi favor eran imposible.

Cuando me hicieron elegir entre mi mamá y papá, sabía que no iba a ser una decisión fácil, que en cualquiera de las dos situaciones me estarían recordando que mi nacimiento fue un error. No merecía tanto odio para mi poca edad de vida.

Claro, mi padre fue el que jamás se quejó de mi. Siempre estaba con una sonrisa y aunque tuviese toda la carga en sus hombros, tenía alguna manera de hacerme sonreír mientras comíamos pollo.

Casi elijo irme con él, pero Dal-mi estaba tan devastada por su separación que solo apuntaría el dedo hacia mi.

Por eso elegí a la abuela. Ella siempre me entendía y me defendía como si ella fuese mi mismísima madre. Le tenía demasiado aprecio, todos los días eran el paraíso junto a ella.

Hasta que el día mas triste llegó a nuestras vidas. Mi padre, el hijo de mi abuela, había muerto por un accidente. Fue devastador, ver a la abuela llorar era un balde de agua fría que no sabía si aguantaría. Pero lo supo afrontar, pudo continuar con su dolor en el pecho y con la cabeza en alto.

Y yo, me sentí egoísta, solo pensando en mi, mi bienestar. Si me hubiese ido con mi padre, hubiese estado en sus últimos días, comiendo pollo frito mientras veíamos alguna mala novela ¿cómo iba a pensar que él moriría tan rápido? pensé que algo así era imposible que pasara y que sería de alguna manera inmortal, pero la vida me dió una lección más rápido de lo que me hubiese gustado.

Ahora hablando de la vida dándome lecciones y bofetadas, Dal-mi ahora vivía con la abuela y conmigo. Al principio fue una tortura, solo pensaba en ella y en lo mal que la pasaba, pero que más se podía esperar, era solo una niña.

Luego fue olvidándolo por las cartas de un niño, un tal Nam Do-San del que no paraba de hablar. Su mundo era perderse en sus cartas y dormir, no pasaba de allí.

Al pasar del tiempo, cuando me convertí en adolescente, decidí comenzar a trabajar. La carga de la abuela con dos niñas era muy pesada y necesitaba ayuda, por lo que siempre luego de la escuela hacía cualquier trabajo informal por una paga bastante baja.

Siempre me fue bien en el colegio, jamás tuve que sufrir por alguna materia, por lo que se me hizo más fácil todo. No estudiaba mucho pero tampoco lo necesitaba, era solo estar concentrada en las clases y con eso bastaba.

Es más, era tan buena que me adelantaron un año, estando en la misma clase que mi hermana. Claro que esa idea no fue de agrado para Dal-mi. Hizo un berrinche y trato de hacerlo ver como que aquel mérito no era nada muy importante, y que ella también lo lograría pero prefería no hacerlo por simple modestia.

Cuando ya estaba en mis últimos años de colegio, trabajé para una fundación que ayudaba a trabajadores de oficios varios a aprender ciertas cosas cotidianas, como leer, escribir, sumar, restar y demás. Me parecía una causa hermosa, las personas eran muy agradecidas y se les notaba el interés de aprender. Hasta podía decir que tenían más dedicación que un niño en primaria cuando le enseñan tales cosas. Allí me fue bastante bien, la paga era muy buena, me gustaba hacerlo, ayudaba a mi abuela y me dio méritos que ayudaron a graduarme con honores y a entrar a variedad de universidades sin preocupación. Que más podía pedir, por fin las cosas iban bien.

Cuando eso, Dal-mi y yo teníamos una relación neutra, no hablábamos mucho, pero tampoco era como de pequeñas. Se puede decir que había crecido cierto afecto por ella... pero todo se fue al caño cuando nos graduamos.

Yo había ahorrado dinero para la universidad, para no tener que ser una carga, pero claramente Dal-mi no pensaba así. Y no la juzgo, cualquier chico de esa edad no debería de estar pensando en ser económicamente independiente.

La abuela vendió su tienda de salchichas para poder pagar la universidad de mi hermana, pero ella al darse cuenta, prefirió abandonar la universidad y todo termino en un viaje de no regreso a Seúl, donde Dal-mi consiguió varios empleos informales para comprarle un carro de salchichas a la abuela y recompensarle de cierta manera.

Por mi parte, si entre a la universidad. Creo que es justo que mi hermana sea ahora la que ayude a la abuela, mientras que yo estoy preocupada solo por estudiar. El único detalle era que, no era capaz de dejarle esa responsabilidad a Dal-mi. Aún trataba de obtener trabajos a medio tiempo para estudiar y trabajar a la vez. Seguir ayudando de alguna manera.

Casi no dormía, mi tiempo se iba rápido y tenía dolores de cabeza continuos. Pero, lograba tener dinero para contribuir en la casa. Aunque, Dal-mi no tenía ni idea que lo hacía. Ella solo pensaba que mis desvelos y llegadas tarde eran por cosas de universidad... mejor así, que ella realmente sepa menos.

Mi hermana no me dirigía la palabra, siempre me ignoraba y prefería pasar tiempo sin mi. Su argumento era que, gracias a mi egoísmo por ir a la universidad era que ella se tenía que matar en trabajos informales para que la abuela no cargara con la responsabilidad de las dos.

No le respondía, era inútil, una pelea que no llevaría a nada. Pero dentro de mi sabía que lo que decía no era cierto, y trataba de guiarme por ese pequeño argumento.

Debo de decir que, Dal-mi solo se comportaba así conmigo. La he visto con otras personas y juraría que es todo un sol, un caramelo que todos quieren. No entendía porqué tanto recelo conmigo. La abuela siempre decía que era el síndrome del hijo del medio, pero no sabía porque luego de tanto tiempo seguía con lo mismo.

Luego de unos años, me gradué de la universidad de Seoul, había acabado la carrera de derecho, en donde, gracias a mi promedio, me aseguró un puesto de auxiliar en un gran conocido bufete de abogados.

Y así comenzó mi vida de adulta, poco a poco subiendo de puesto, hasta tener mi propia oficina, donde mi nombre ya se conocía por el lugar y conservaba un salario estable bastante alto.

Todo por mérito propio, sin trampas.

Y es aquí, donde esta gran historia comienza.

START UP||| Nam DosanWhere stories live. Discover now