Veintinueve

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Al llegar a su departamento, Han Ji Pyeong abrió la puerta y me condujo hacia la habitación de invitados. El lugar era pulcro y elegante, reflejando la personalidad ordenada y meticulosa que conocía de él. Me indicó que podía usar el baño y se retiró para darme privacidad. Mientras me miraba al espejo, la imagen que devolvía no se parecía en nada a la joven segura de sí misma que solía ser. Mi rostro estaba hinchado y magullado, mis ojos cansados y enrojecidos por las lágrimas. La vista de mi propia desdicha solo intensificaba la tormenta emocional que se avecinaba. Al salir del baño, me encontré con que Han Ji Pyeong había dejado una camiseta y un par de pantalones de pijama en la cama. Un gesto simple pero reconfortante. Me cambié, sintiendo el suave algodón contra mi piel y agradeciendo la comodidad que ofrecía. Cuando salí de la habitación, Ji Pyeong estaba en la sala de estar, revisando algunos papeles en su escritorio. Levantó la mirada y, al verme, dejó todo a un lado. Me miró con una mezcla de preocupación y empatía.

—¿Te sientes un poco mejor? —preguntó con cautela, como si temiera que la respuesta fuera negativa.

Asentí débilmente. No era necesario explicar con palabras lo que sentía. Las cicatrices emocionales tardarían en sanar, pero por ahora, estar en un lugar seguro y tranquilo era suficiente.

—Gracias por esto, Ji Pyeong. De verdad, no sé qué habría hecho sin tu ayuda.

Él asintió, sin palabras, como si entendiera que no había necesidad de extenderse en agradecimientos. En su mirada, pude percibir la determinación de estar allí para mí en estos momentos difíciles.

—Descansa. Mañana veremos cómo enfrentamos esto. Por ahora, intenta olvidar un poco todo lo que ha sucedido —dijo con gentileza, señalando hacia la habitación donde descansaría.

Me metí en la cama, sintiendo la calidez de las sábanas. Cerré los ojos y traté de dejar de lado las preocupaciones, al menos por un momento. Sin embargo, la mente es un laberinto complicado, y las imágenes de lo ocurrido seguían rondando en mi cabeza. A lo lejos, escuché la puerta cerrarse suavemente. Ji Pyeong respetaba mi necesidad de espacio y soledad. Mientras me sumía en un sueño agitado, me preguntaba cómo sería el amanecer, y si traería consigo una luz que iluminara los rincones oscuros de mi vida.

Al día siguiente, desperté con una sensación de desconcierto. La realidad se estrelló contra mí tan pronto como abrí los ojos y recordé todo lo sucedido la noche anterior. Mi primer impulso fue levantarme y enfrentar el día con determinación, pero al poner un pie en el suelo, el dolor punzante recordándome mi condición me detuvo. El dolor palpitante en mi nariz me recordó rápidamente la realidad de mi situación. Miré a mi alrededor, encontrando la habitación de invitados tan tranquila como la noche anterior. Han Ji Pyeong probablemente ya estaba ocupado con sus asuntos diarios, pero no sabía qué esperar al salir de esa habitación.

Me levanté de la cama con cuidado, tratando de evitar cualquier movimiento brusco que pudiera agravar mi dolor. Al caminar por el pasillo, las dudas y los recuerdos de la noche anterior inundaron mi mente. ¿Qué me deparaba el día? ¿Cómo enfrentaría las consecuencias de lo ocurrido?

Al llegar a la sala de estar, encontré a Han Ji Pyeong concentrado en su trabajo. Alzó la vista al notar mi presencia y, por un momento, nuestros ojos se encontraron en un silencio incómodo. No sabía cómo agradecerle apropiadamente por su ayuda, así que opté por un simple "buenos días".

—Buenos días, Yoona. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó, mostrando una genuina preocupación en sus ojos.

—Me duele un poco, pero estoy bien. Gracias por todo, Ji Pyeong —respondí, aún lidiando con la incomodidad de depender de la ayuda de alguien más.

Él asintió con comprensión y luego señaló la mesa donde había preparado el desayuno.

—Tomé la libertad de hacer algo para que comas. Necesitas energías para recuperarte. —Su gesto era amable, y me sentí agradecida por su consideración.

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