Veinte y Ocho

752 80 4
                                    

Es increíble la forma en que un día maravilloso se puede ir a la mierda.

El médico me informó que no necesitaba someterme a una cirugía, pero debía llevar unos dispositivos que eran como los palillos que sostenían una paleta de agua, para mantener mi nariz recta mientras me recuperaba. Además, tuvo que corregir el tabique nasal, ya que la salvaje de mi hermana había causado una desviación no muy severa pero notable de manera sutil. Pasado el tiempo salí de esa sala de emergencias con el rostro tan hinchado que Soo-A no me reconoció y creyó que era otra persona. Tenía 35 llamadas perdidas de Do-San y en el momento no me encontraba ni en el humor ni en el estado físico para contestar sus llamadas, solo quería llegar a casa y llorar.

Ay no. A casa. Seguro Dal-mi me espera con un ladrillo en mano y la abuela ya debió de enterarse de todo por la boca de mi hermana. Esto no pintaba nada bueno para mi.

—Siempre te puedes quedar en mi casa. Mi cama es lo suficientemente grande como para dormir las dos sin estar necesariamente cerca como para incomodarte— Soo-A habla como leyéndome la mente.

—Gracias, pero será mejor no aplazar la realidad— trato de sonreír pero una mueca de dolor es lo único que se hace visible.

Tomé un taxi que me llevó hasta mi hogar, y justo cuando pagaba y salía del vehículo, me encontré con maletas tiradas junto al marco de la puerta. Estaban abarrotadas de cosas. "Probablemente Dalmi decidió irse de casa después de todo lo que ha pasado", fue mi primer pensamiento. Pero al acercarme un poco más, me di cuenta de que esas maletas eran mías. Sin pensarlo dos veces, abrí una de ellas y encontré mi ropa dentro. ¡Dios mío! Esto está superando los límites.

—Dalmi abre la puerta—. Trato de introducir la contraseña para entrar pero claramente ya la había cambiado.

—No te queremos ver, ni la abuela ni yo. Ya está decidido—. Su voz iracuanda se escuchaba al otro lado de la puerta.

No, era imposible, la abuela no haría esto. Ella no se pondría de ningun lado. Estaría decepcionada, sí, pero no me dejaría en la calle. Esto tiene que ser todo ideas de mi hermana.

—la abuela no diría eso, es mi familia—

—dejaste de ser de la familia cuando decidiste traicionarnos así, ¿que pensaría papá viendo cómo su hija menor creció siendo una zorra?—. Sus palabras eran como un balde de agua fria.

Mis lágrimas caían sin cesar mientras golpeaba desesperadamente la puerta una y otra vez, esperando un milagro que la hiciera abrirse. Mis nudillos dolían y tenía la sensación de que en cualquier momento comenzarían a sangrar.

—No me pueden hacer esto... no, por favor—

—Debiste pensarlo mejor y no haberte metido en lo que no te llamaban—. Las palabras de Dalmi se escuchaban más lejanas, como si estuviese en otra habitación, probablemente ya había subido al segundo piso.

Era evidente que no se abriría la puerta. No podía ser más obvio. Las lágrimas nublaban mi visión y mis golpes en la puerta comenzaron a perder intensidad. Finalmente, resignada, me senté en un escalón de la entrada y me dejé envolver por la amargura que, desafortunadamente, se hacía llamar presente.

Me encontraba perdida, abandonada, como un barco a la deriva en medio de una tormenta implacable. No sabía qué hacer, la desesperación me invadía. Me sentía sola y desamparada en plena oscuridad de la noche, y en ese momento, la esperanza de encontrar un taxi disponible para llevarme a algún hotel parecía tan lejana como las estrellas en el cielo. El simple pensamiento de caminar en medio de la oscuridad me aterraba, la calle era un lugar peligroso y desconocido en ese momento. Podría haber llamado a Soo-A, la cual ha estado para mi en todos mis malos momentos, pero no quería seguir abrumándola con mis dramas y problemas, era la unica persona que podía llamar amiga, no quería arruinar algo así por lo que me pasa ahora. Dosan, el chico por quien había sentido una atracción tan arrolladora, ni siquiera era una opción para buscar refugio en este momento desgarrador. Me dolía admitirlo, pero todo lo que había sucedido era consecuencia de una simple atracción. Nunca antes en mi vida había sentido una conexión como la que Dosan despertó en mí, pero ahora, esa atracción que existió  consumía lo que una vez llamé hogar. La ironía me golpeaba con fuerza, ¿me he vuelto la villana de esta historia? Tal vez era victima de las injusticias de la vida.

Mi celular comenzó a vibrar en mi bolsillo, y al sacarlo, vi el nombre de Dosan iluminando la pantalla del móvil. Mis ojos hinchados y las lágrimas que no dejaban de fluir dificultaban mi visión. Dejé que siguiera sonando, no tenía la fuerza para hablar con él, simplemente no era capaz. Su nombre seguía apareciendo una y otra vez, pero yo lo ignoraba. Me invadió el impulso de lanzar el celular lejos, pero me contuve, ya que era lo único que tenía para idear cómo enfrentar esta noche.

Dejé que el teléfono vibrara en mi bolsillo y me puse de pie, decidida a buscar algún lugar donde poder descansar. Esta noche no podía empeorar más, así que desafié al destino con determinación. Descendí por la colina, pero apenas había dado dos pasos cuando sentí que mis piernas no podían soportar más. Continué caminando hasta llegar a la esquina, y de repente, un automóvil casi me atropella. Reconocí el vehículo al instante y lo único que deseé en ese momento fue patearlo y huir, pero un preocupado Han Ji Pyeong salió rápidamente del auto, deteniéndose frente a mí. Sus ojos inspeccionaron cada centímetro de mi rostro angustiado, y su expresión era tan intensa que parecía a punto de sudar frío en cualquier momento.

—No deberías estar aquí—escupí las palabras con resentimiento, tratando de mantener mi fachada de dureza.

Pero el señor Han no se dejó intimidar por mi actitud desafiante.

—Por favor, Yoona, no hagas esto. Ya lo sé todo— mi cara de poker cambio ágilmente a una de sorpresa, aunque mis expresiones no se notaran tanto por la hinchazón— Tu abuela estaba muy preocupada por ti, no sabía cómo manejar la situación, parece que Dalmi está histérica— eso no lo dudaba.—

Esperen, ¿acaso había dicho que la abuela le había contado todo? Sabía que ella no me dejaría sola, al menos buscó la forma de ayudarme aún estando entre la espada y la pared. Dios, perdón abuela por ponerte en esta posición, no mereces este tipo de problemas.

—Déjame ayudarte. Te llevaré a mi departamento, allí podrás descansar en la habitación de invitados. No aceptaré un no como respuesta. En el estado en el que te encuentras, no deberías estar caminando sola por ahí en plena noche, sino descansando— hablaba tan rápido que por poco no entendía todo lo que decía.

Sentí una lucha interna entre mi orgullo y mi sentido común. Mi orgullo me decía que no debía aceptar su ayuda, que debía enfrentar mis problemas por mi cuenta. Pero mi lado racional sabía que en ese momento no tenía muchas opciones y que necesitaba descansar para evitar que esta noche fuese aún peor.

Finalmente, ante la persistencia y la genuina preocupación de Han Ji Pyeong, me dejé arrastrar al interior del automóvil. Mi orgullo se resentía, pero reconocí que ceder ante mi necesidad era una elección más sabia que dejarme vencer por el orgullo.

El viaje hasta su departamento transcurrió en silencio. Ninguno de los dos pronunciaba una palabra, y agradecía sinceramente que fuera así. No tenía ánimos ni fuerzas para sostener una conversación. Estaba agotada, física y emocionalmente, y solo anhelaba poder dormir hasta que mis problemas se resolvieran como por arte de magia. Sin embargo, había algo que necesitaba decir.

—Dalmi me dijo que habías apoyado mi salida de SandBox—mencioné en un tono apagado.

Han Ji Pyeong suspiró, visiblemente afectado por mis palabras.

—Pues creo que te ha mentido. Dios, Yoona, eres como mi hermanita, no podría hacerte ese daño—respondió con un visible tono de sinceridad. Sus palabras resonaron en mí, y pude sentir su genuino pesar —Hice todo lo que pude, pero a veces ni siquiera eso es suficiente—agregó con pesadumbre.

Agradecida, susurré un débil "gracias" mientras intentaba esbozar una sonrisa, aunque el dolor lo impedía.

En un intento por aliviar la tensión, Han Ji Pyeong trató de hacer alivianar el ambiente diciendo que por poco no me reconocía por la hinchazón y blah blah, pero ninguna risa escapó de nuestros labios, estábamos agotados, se notaba.

—Las cosas saldrán bien. Estaré aquí para asegurarme de que así sea—

START UP||| Nam DosanWhere stories live. Discover now