Diez

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— Toma esto, el señor de la farmacia dijo que esta pastilla te bajaría la fiebre de manera rápida. Aquí tienes agua— me pasa la botella que contenía el agua, además del empaque en el que venía la pastilla— luego de tomártela, te tomas esto— me pasa una cajita que parecía empaque de jugo— me dijeron que te quitaría la pesadez y debilidad— habla con una seriedad total.

— Gracias — una mueca parecida a una sonrisa se posa en mis labios, tratándole de transmitir el agradecimiento por su atención—

Y es que, no me gustaba que se preocuparan por mi, que tuviesen alguna necesidad de ayudarme en algo. Lo detestaba, por eso alejaba a todos cuando algo así pasaba. Pero, debía admitir que no era una "fiebrecita" como quería hacerme creer yo misma. En verdad me tenía débil, sentía que el mundo me pesaba y caminar se me dificultaba sin querer caer al piso. Si me encontraba mal, pero no quería que nadie más se enterara.

Por otro lado, si no hubiese llegado el señor Han, probablemente seguiría en mi oficina como una idiota que se enferma por el trabajo.

— antes de llevarte a casa, necesito ir a otro lado. Te prometo no demoraré allí— yo solo asiento ante sus palabras y tomo un sorbo del agua—

No demoramos mucho en llegar. Reconocía este lugar, era donde había localizado el espacio de trabajo de Do-San. Pero ¿para que el señor Han quería verlo? Tal vez la abuela lo mandó también a hablar con él.

—Espérame aquí, no tardo— sale del auto, agarrando su celular y su billetera—

No, esperen.

— Señor Han — traté de gritar su nombre pero el dolor de cabeza me atacó en aquel momento que traté de realizar tal acción—

No había llevado su billetera, se confundió y agarró la cajita de jugo que había comprado en la farmacia.

¿Cómo no se dio cuenta? Que despistado, probablemente esté apurado.

No iba a quedarme así. Salí detrás con la billetera en mi mano, cerrando la puerta del auto de Ji Pyeong con delicadeza. Aproveché para mirarme en el espejo del retrovisor, y vaya que tengo cara de enferma.

Dios, que horrible me veo. Ojalá nadie me vea en este estado.

Camino lo más rápido posible, pero mis piernas no me permitían mucho y cada tanto perdía el aliento, por lo que tenía que parar.

¿Soy yo o está congelado el día?

Continuo mi camino hasta comenzar a subir las escaleras ¿acaso estaba pagando algún tipo de castigo? Parecen las escaleras al cielo.

Un paso, respiro hondo, otro paso, me quedo sin respiración, otro paso, vuelvo a respirar hondo y así simultáneamente hasta que llegue al final de las escaleras, o eso creía yo. Más escaleras para llegar a la oficina. Al menos estás eran más cortas.

Hice mi mayor esfuerzo en subir las últimas escaleras. Me faltaba el aliento; debo de estar con una apariencia aún peor que la de hace rato cuando me vi en el retrovisor. Me mareaba cada vez más luego del esfuerzo que había hecho. Fue una mala idea subir aquí, si el señor Han necesitaba su billetera, hubiese bajado el mismo por ella.

La puerta del lugar estaba abierta, por lo que en cuanto pude disimular una mínima compostura, toque la puerta por fuera, llamando la atención de quienes estaban adentro. Eran 4, Do San, Ji Pyeong, y otros dos cuyos nombres no conocía.

— Yoo-na, ¿te encuentras bien?— Do San fue el primero en hablar.

Yo solo asentí, lo único que parecía saber hacer ese día.

START UP||| Nam DosanWhere stories live. Discover now