Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas.
Ambos se aman, pero solo como amigos.
Ambos sueñan con el otro, pero solo como amigos.
...¿no es así?
La verdad es que están enamorados.
Pero ambos...
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Durante estas últimas dos semanas he tenido la sensación de que llevo cargando un enorme secreto intimo en el pecho, pero no de mala manera, es como si existiera cierta complicidad entre todos los miembros del ED que nos ha permitido unirnos los unos a los otros.
Se siente como si nos burláramos de la profesora Umbridge y del mismísimo Ministerio de Magia, pues les oponemos resistencia delante de sus propias narices, practicando precisamente lo que más temen.
En las últimas reuniones del ED Neville ha conseguido desarmarme no solo a mí, sino también a Hermione y, después de tres sesiones de duros esfuerzos, ha comenzado a realizar casi a la perfección el embrujo paralizante. Por mi parte he hecho una maldición reductora tan potente que logré convertir en polvo la mesa de los chivatoscopios. Me siento orgullosa de ello.
Aunque ha resultado casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones del ED, porque tenemos que adaptarnos a los horarios de entrenamientos de tres equipos de Quiddtich, que muchas veces se modifican debido a las adversas condiciones climáticas. Por mi parte, me parece mucho mejor no tener un horario fijo para las reuniones; de esta manera si alguien está observándonos le costará mucho descubrir un sistema predeterminado, además los entrenamientos de Quidditch siempre son lo primordial.
Además de que Hermione ha logrado idear un método muy ingenioso para comunicar la fecha y hora de la siguiente reunión a todos los miembros de la ED. Nos entregó a cada uno un galeón falso en los que los números alrededor del borden de la moneda cambian para indicar la fecha y hora de la próxima reunión. La moneda se calienta cuando cambie la fecha de modo que si la llevamos en un bolsillo lo notaremos.
—Eso es un encantamiento proteico, corresponde al nivel de ÉXTASIS. —le dije mirándola maravillada cuando recién me enseñó la idea. —¿Por qué no te pusieron en Ravenclaw? ¡Con el cerebro que tienes!...
—Verás, el Sombrero Seleccionador estuvo a punto de mandarme a Ravenclaw. —contestó mi amiga. —Pero al final se decidió por Gryffindor.
