Epilogo. Canciones y estrellas.

604 87 74
                                    



—¿Leenam?— dijo Sarawat corriendo por el jardín de su casa— ¿Lee? Hija, ¿Dónde estás?

Sarawat escuchó una risa que provenía del enorme roble que se encontraba en medio del jardín y sonrió al tiempo que suspiraba un poco aliviado. Leenam siempre solía jugar de aquel modo con él. Su hija menor disfrutaba de algún modo hacerlo correr por todo el jardín mientras ella lo observaba con sus hermosos ojos oscuros mientras él sonreía feliz de poder jugar aquel juego con ella.

El hombre caminó despacio hacia el roble esperando ver a la niña escondida detrás del tronco pero no, ahí no había nadie. Sarawat volvió a sentirse un poco preocupado, pero cuando la risa de Leenam volvió a sonar en sus oídos, el hombre no tuvo que hacer más que elevar la cabeza hacia las ramas del roble sobre una de las cuales, su pequeña hija estaba sentada.

—¡Leenam! — dijo Sarawat tratando de parecer enojado— ¿Cómo subiste hasta allá? Te hemos dicho mil veces que no debes de escalar tan alto, puedes caerte.

—Pero papá— dijo la niña con la voz musical que Sarawat amaba tanto. La voz de su hija era incluso más bonita que todas las canciones que había compuesto alguna vez—. Es bonito estar aquí arriba ¿sabes? ¿Por qué no vienes conmigo?

—Lee— dijo Sarawat suspirando—, por favor, baja. Tengo que hablar contigo antes de que todos lleguen. Papá fue con Aye a recoger al tío Phukong y al tío Mil al aeropuerto ¿No quieres verlos acaso? Tus primos Ethan y Liam también van a venir y tus abuelos. Además, la tía Pam va a matarnos a los dos si no logro que uses el bonito vestido que hizo para ti ¿entiendes?

—Puedes hablar conmigo acá arriba, papá— dijo Leenam sin dejar de sonreír—. Te prometo que papá Tine no te dirá nada, él nunca se enoja contigo. Además, Aye tampoco estaba usando el vestido que la tía Pam le hizo.

—Leenam...— dijo Sarawat suspirando resignadamente mientras comenzaba a escalar con mucho cuidado el roble aquel—. Ya sabes que tu hermana terminará usando ese vestido, así que ¿por qué no hacemos lo mismo y hacemos que papá se sienta feliz de los dos?

—Más tarde— dijo la niña con una enorme sonrisa feliz al ver que su padre se sentaba junto a ella—. Es mi cumpleaños papá. Hoy podemos hacer lo que yo quiera ¿no?

—Algo así— dijo Sarawat acercándose un poco más a la niña— ¿Por qué te gusta venir aquí, Lee?

—Es porque es hermoso, papá, mira— dijo la pequeña observando la tarde de Bangkok.

Sarawat miró el cielo despejado, el sol cayendo lentamente sobre el horizonte. Todos los demás árboles del vecindario parecían mecerse al compás del viento. Era de verdad algo hermoso, su hija tenía razón. Sarawat la miró un momento y se dio cuenta de que Leenam contemplaba aquel atardecer con verdadero anhelo. Su pequeña Leenam siempre había sido así. Todo cuanto era bello la atrapaba sin que ella pudiera evitarlo.

Sarawat la había encontrado muchas veces sentada en el columpio que él y Tine habían construido contemplando como el sol se reflejaba en la hierba o como las hojas caían lentamente del roble cada otoño. Leenam había terminado con la colección de libros de la biblioteca desde hacía mucho tiempo. Tine solía decirle que aquella niña era una miniatura de ojos sabios que podía llorar cuando contemplaba cómo el rocío quedaba capturado en las rosas del jardín. Sin duda alguna, aquella niña que seguía mirando al sol ocultándose en las nubes, había heredado toda la sensibilidad de la familia. Al mirarla, Sarawat no podía creer que aquel fuera ya su cumpleaños número siete. Sin duda alguna, la vida había pasado muy rápido.

Y cómo no, pensaba el hombre mientras Leenam volteaba a mirarlo con sus ojos oscuros llenos de genuina felicidad y sus cabellos oscuros ondeaban con la suave brisa veraniega de la tarde, el tiempo y su marcha dejan de sentirse cuando uno es sumamente dichoso.

Fake ItWhere stories live. Discover now