❀ | Capítulo 23

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Los ojos de Rossel se posaban en cada una de las telas que Hoseok le mostraba, en su mayoría eran de colores radiantes y alegres, con brillos por todos lados. El chico mandaría a hacer un traje adecuado para su presentación del día de la marcha con un sastre muy bueno que su hermana le recomendó, necesitaba de la ayuda de Rossel para poder elegir una tela entre tantas que le gustaron.

—Me gusta ésta, la textura es suave y los colores preciosos. Grita Hobi por donde quiera que la veas.

El chico la examinó detenidamente sintiéndola entre la yema sus dedos, sus ojos viajaban en los detalles y finalmente una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios.

—Será esta entonces.

Le mostró unos cuantos bocetos que había diseñado él mismo hace unos cuantos días, la parte del pecho era transparente y de la cadera para abajo había una capa de tela más gruesa cubriendo el resto de su cuerpo. Se veía sencillo pero sin duda radiante.

Le mostró también la canción que presentaría e incluso bailó un poco para ella, Rossel lo llenó de halagos sobre lo bueno que era en el baile y lo increíble que le iría ese día. Hoseok se dedicaba a sonreír y agradecer innumerables veces.

Ambos salieron del aula donde anteriormente estaban, tenían dos módulos libres luego del desayuno gracias a que su profesor de inglés se enfermó del estómago. Hoseok se despidió de la pelinegra informándole que iba a dejar las telas en su casillero y Rossel emprendió su camino hasta el patio de la escuela dispuesta a sentarse bajo un árbol para leer.

Faltaba poco para el regreso de sus padres y el sentimiento de ansiedad se apoderaba de ella cada vez que lo recordaba, no había respondido ninguna de sus llamadas o mensajes y no sabía que pasaría cuando ellos estuvieran de vuelta en casa. Admitía que estaba aterrada.

Se dejó caer bajo un árbol cercano a la cafetería por donde transitaban unos cuantos compañeros de su grupo, abrió su mochila y de ella sacó un nuevo libro que compró por internet. El clima era fresco y el aire alborotaba su ahora corto cabello haciendo que le obstruyera un poco la vista del libro que sostenía entre sus manos, rodó los ojos fastidiada por ello y usó el gorro de su suéter buscando controlarlo.

Necesitaba relajarse, su cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto de sus padres y la lectura era lo único que la hacía alejarse de la realidad por un instante. Sus oscuras orbes estaban enfocadas en el texto, no fue hasta que alguien bajó su gorro que decidió mirar el cuerpo que se dejó caer a su lado.

—Admiro a los amantes de la lectura, yo nunca leí algún libro completo por pereza. Solo aguantaba máximo 10 páginas y me aburría.

Solto una risita y miró al pelinegro a su lado, como siempre su cabello se miraba alborotado y bajo sus ojos se podían observar unas oscuras ojeras. Sin embargo, había cierto atractivo en su aspecto desaliñado.

—Necesitaba alguna distracción, ciertamente los nervios me están comiendo viva.

Hizo una mueca y abrazó sus rodillas aún observando a la chica, se veía linda con aquella sudadera gigante y el cabello hecho un caos por el viento.

—¿Vuelven pronto tus padres?

Asintió. —No sé con exactitud la fecha, pero supongo que en unos cuantos días. ¿Sabes? Estoy aterrada.

Se limitó a regalarle una sonrisa y recostar su cabeza en el frondoso árbol mirando hacia la cafetería. No podía decirle a Rossel que comprendía el sentimiento porque nunca lo vivió, sus padres siempre fueron bastante liberales y abiertos de mente, pero suponía que era una asfixia abrumadora. Quería ayudarla a salir de todo ese ambiente tóxico que la volvía cada vez más vulnerable, Rossel necesitaba dejar de ser tan sumisa con sus padres y afrontarlos, decirles que ella no quería seguir sus pasos y llevar la vida que ellos querían para ella. Necesitaba armarse de valor y decirles las cosas de frente, quizá solo así comprenderían.

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