31- Correo

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-¡HARRY! ¡BLACK! -Granger le tiraba de la manga, mirando el reloj- Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

-De acuerdo -dijo Potter, apartando los ojos del cielo.

Entré rápidamente por la puerta que tenía detrás y bajé una estrecha escalera de caracol.

Al llegar abajo oi voces.

Me arrime a la pared y escuche.

Parecían Fudge y Snape.

Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

-... Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos -decía Snape-. ¿Le darán el Beso inmediatamente?

-En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevistarle, Snape... Y en cuanto el joven Harry y la jovencita Claire vuelvan a estar en sus cabales, también querrán contarle al periódico cómo usted lo salvó.

Entreví la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que estaban escondidos.

Sus pasos se perdieron.

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Seguí por el corredor cautelosamente.

La puerta se abrió.

Vi la espalda de Dumbledore.

-Les voy a cerrar con llave -oí decir- Son las doce menos cinco. Señorita Granger, tres vueltas deberían bastar. Ah y Harry tienes la varita de Claire.

-Buena suerte.

Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente.

Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

-¿Y bien? -preguntó en voz baja.

-¡Lo hemos logrado! -dijo Potter jadeante.

-Sirius se ha ido montado en Buckbeak...

Dumbledore nos dirigió una amplia sonrisa.

-Bien hecho. Creo... -Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería- Sí, creo que ya no estan ahí dentro. Entren, les cerraré.

Entré en la enfermería.

Me acosté en ella.

Todos estaban acostados en sus camillas.

-¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes? -Estaba de muy mal humor.

Pense que era mejor aceptar el chocolate en silencio.

La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que nos lo comieramos.

Pero apenas me lo podía tragar.

Y entonces, mientras tomaba el cuarto trozo del chocolate de la señora Pomfrey, se oyó un rugido furioso, procedente de algún distante lugar por encima de la enfermería.

-¿Qué ha sido eso? -dijo alarmada la señora Pomfrey.

Oia voces de enfado, cada vez más fuertes.

La señora Pomfrey no perdía de vista la puerta.

-¡Hay que ver! ¡Despertarán a todo el mundo! ¿Qué creen que hacen?

Intentaba oír lo que decían.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Where stories live. Discover now