33- Bagman y Crouch

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Potter se puso de pie.

Cedric me ayudó a pararme.

Habiamos llegado a lo que, a través de la niebla, parecía un páramo.

Delante de nosotros había un par de magos cansados y de aspecto malhumorado.

Uno de ellos sujetaba un reloj grande de oro; el otro, un grueso rollo de pergamino y una pluma de ganso.

Los dos vestían como muggles, aunque con muy poco acierto: el hombre del reloj llevaba un traje de tweed con chanclos hasta los muslos; su compañero llevaba falda escocesa y poncho.

-Buenos días, Basil -saludó el señor Weasley, tomando la bota y entregándosela en mano al mago de la falda, que la echó a una caja grande de trasladores usados que tenía a su lado.

Vi en la caja un periódico viejo, una lata vacía de cerveza y un balón de fútbol pinchado.

-Hola, Arthur -respondió Basil con voz cansina-. Has librado hoy, ¿eh? Qué bien viven algunos... Nosotros llevamos aquí toda la noche... Será mejor que salgan de ahí: hay un grupo muy numeroso que llega a las cinco y quince del Bosque Negro. Esperen... voy a buscar dónde estan... Weasley... Weasley... Prewett.. Prewett.

Consultó la lista del pergamino.

-Está a unos cuatrocientos metros en aquella dirección. Es el primer prado al que lleguen, junto con Prewett. El que está a cargo del campamento se llama Roberts. Diggory... segundo prado... Pregunta por el señor Payne.

-Gracias, Basil -dijo el señor Weasley, y les hizo a los demás una seña para que lo siguieran.

Nos encaminamos por el páramo desierto, incapaces de ver gran cosa a través de la niebla.

Después de unos veinte minutos encontramos una casita de piedra junto a una verja.

Al otro lado, vislumbre las formas fantasmales de miles de tiendas dispuestas en la ladera de una colina, en medio de un vasto campo que se extendía hasta el horizonte, donde se divisaba el oscuro perfil de un bosque.

Nos despidimos de los Diggory y se encaminaron a la puerta de la casita.

Había un hombre en la entrada, observando las tiendas.

Nada más verlo, pude reconocer que era un muggle, probablemente el único que había por allí.

Al oír nuestros pasos se volteo para mirarnos.

-¡Buenos días! -saludó alegremente el señor Weasley.

-Buenos días -respondió el muggle.

-¿Es usted el señor Roberts?

-Sí, lo soy. ¿Quiénes son ustedes?

-Los Weasley y Prewett. Tenemos reservadas dos tiendas desde hace un par de días, según creo.

«Soy una Riddle.»

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Caminamos con dificultad ascendiendo por la ladera cubierta de neblina, entre largas filas de tiendas.

La mayoría parecían casi normales.

Era evidente que sus dueños habían intentado darles un aspecto lo más muggle posible, aunque habían cometido errores al añadir chimeneas, timbres para llamar a la puerta o veletas.

Pero, de vez en cuando, se veían tiendas tan obviamente mágicas que no me sorprendía que el señor Roberts recelara.

En medio del prado se levantaba una extravagante tienda en seda a rayas que parecía un palacio en miniatura, con varios pavos reales atados a la entrada.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Where stories live. Discover now