37- Torneo de los Tres Magos

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Cien carruajes sin caballo nos esperaban a la salida de la estación.

Agradecí a uno de ellos, la puerta se cerró con un golpe seco y un momento después, con una fuerte sacudida, la larga procesión de carruajes traqueteaba por el camino que llevaba al castillo de Hogwarts.

Atravesamos el camino, balanceándonos peligrosamente bajo lo que empezaba a convertirse en un temporal.

Pegué la cara a la ventanilla, podía ver cada vez más próximo el castillo de Hogwarts, con sus numerosos ventanales iluminados reluciendo borrosamente tras la cortina de lluvia.

Los rayos cruzaban el cielo cuando su carruaje se detuvo ante la gran puerta principal de roble, que se alzaba al final de una breve escalinata de piedra.

Los que ocupaban los carruajes de delante corrían ya subiendo los escalones para entrar en el castillo.

Saltamos del carruaje y subimos la escalinata a toda prisa.

Levanté la vista cuando nos hallabamos a cubierto en el interior del cavernoso vestíbulo alumbrado con antorchas y ante la majestuosa escalinata de mármol.

—¡Estoy empapado!

Un globo grande y rojo lleno de agua acababa de estallarle en la cabeza.

Vi como Weasley caía encima de Potter. Me aguanté la risa. Empapado y farfullando de indignación.

Un segundo globo lleno de agua caía.. estallo a mis pies, y una ola de agua fría me mojó las zapatillas y los calcetines.

Se oyeron risitas, que pude reconocer como la de Weasley.

A mí alrededor, todos chillaban y se empujaban en un intento de huir de la línea de fuego.

Levanté la vista, vi flotando a seis o siete metros por encima de nosotros, a Peeves el poltergeist, una especie de hombrecillo con un gorro lleno de cascabeles y pajarita de color naranja.

Su cara, ancha y maliciosa, estaba contraída por la concentración mientras se preparaba para apuntar a un nuevo blanco.

—¡PEEVES! —gritó una voz irritada— ¡Peeves, baja aquí AHORA MISMO!

Acababa de entrar apresuradamente desde el Gran Comedor la profesora McGonagall, que era la subdirectora del colegio y jefa de la casa de Gryffindor.

Resbaló en el suelo mojado y para no caerse tuvo que agarrarse al cuello de Granger.

—¡Ay! Perdón, señorita Granger.

—¡No se preocupe, profesora! —dijo Granger jadeando y frotándose la garganta.

—¡Peeves, baja aquí AHORA! —bramó la profesora McGonagall, enderezando su sombrero puntiagudo y mirando hacia arriba a través de sus gafas de montura cuadrada.

—¡No estoy haciendo nada! —contestó Peeves entre risas, arrojando un nuevo globo lleno de agua a varias chicas de quinto, que gritaron y corrieron hacia el Gran Comedor-. ¿No estaban ya mojadas? ¡Esto son unos chorritos! ¡Ja, ja, ja! -Y dirigió otro globo hacia un grupo de segundo curso que acababa de llegar.

—¡Llamaré al director! —gritó la profesora McGonagall— Te lo advierto, Peeves...

Peeves le sacó la lengua, tiró al aire los últimos globos y salió zumbando escaleras arriba, riéndose como loco.

—¡Bueno, vamos! —ordenó bruscamente la profesora McGonagall a la empapada multitud— ¡Vamos, al Gran Comedor!

Entré a el vestíbulo entre resbalones y atravesamos la puerta doble de la derecha.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Where stories live. Discover now