40- Beauxbatons y Durmstrang

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Durante las dos semanas siguientes, mi preocupación aumento por la respuesta de Esther.

Hubiera querido poder jugar al quidditch para distraerme.

Nada le iba mejor a una mente atribulada que una buena sesión de entrenamiento.

Por otro lado, todos mencionaban que las clases estaban más difíciles y duras que nunca, en especial la de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Para mi sorpresa, el profesor Moody anunció que nos echaría la maldición imperius por turno, tanto para mostrarnos su poder como para ver si podíamos resistirnos a sus efectos.

—Pero... pero usted dijo que eso estaba prohibido, profesor —le dijo una vacilante Granger, al tiempo que Moody apartaba las mesas con un movimiento de la varita, dejando un amplio espacio en el medio del aula—. Usted dijo que usarlo contra otro ser humano estaba...

—Dumbledore quiere que les enseñe cómo es —la interrumpió Moody, girando hacia Granger el ojo mágico y fijándolo sin parpadear en una mirada sobrecogedora—. Si alguno de ustedes prefiere aprenderlo del modo más duro, cuando alguien le eche la maldición para controlarlo completamente, por mí de acuerdo. Puede salir del aula.

Señaló la puerta con un dedo nudoso.

Sin embargo no salió.

Moody empezó a llamar por señas a los alumnos y a echarles la maldición imperius.

Vi cómo mis compañeros de clase, uno tras otro, hacían las cosas más extrañas bajo su influencia: Dean Thomas dio tres vueltas al aula a la pata coja cantando el himno nacional, Lavender Brown imitó una ardilla y Neville ejecutó una serie de movimientos gimnásticos muy sorprendentes, de los que hubiera sido completamente incapaz en estado normal.

Ninguno de ellos parecía capaz de oponer ninguna resistencia a la maldición, y se recobraban sólo cuando Moody la anulaba.

—Potter —gruño Moody—, ahora te toca a ti.

Potter se adelantó hasta el centro del aula, en el espacio despejado de mesas. Moody levantó la varita mágica, lo apuntó con ella y dijo:

—¡Imperio!

Se quedó quieto por unos segundos, parecía resistir.

Potter flexionó las rodillas, preparado a dar un salto y...

—Ese pobre —rió Malfoy.

Potter se había pegado de cabeza contra la mesa, que se volco.

—Bien, ¡por ahí va la cosa! —gruñó la voz de Moody.

—¡Miren esto, todos ustedes... Potter se ha resistido! Se ha resistido, ¡y el condenado casi lo logra! Lo volveremos a intentar, Potter, y todos los demás presten atención. Mírenlo a los ojos, ahí es donde pueden verlo. ¡Muy bien, Potter, de verdad que muy bien! ¡No les resultará fácil controlarte!

Los siguientes alumnos de Slytherin, parecían controlarse.

—Black, —dijo en tono deplorable Moody— tu turno.

Me adelanté hasta el centro del aula, en el espacio despejado de mesas.

La mirada de Moody se posó en mis ojos, sentía en mi rostro una mirada de odio.

Solo podía pensar en como me vería humillada de nuevo.

Moody levantó la varita mágica, la apuntó hacia mi y dijo:

—¡Imperio!

Fue una sensación maravillosa.

Me sentía como flotando, me sentía tan feliz. No tenía preocupación alguna. Me quedé allí, inmensamente relajada.

Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)Where stories live. Discover now