2.- Reina de corazones

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La cabeza me duele un poco —casi nada en realidad ahora que me he hidratado otra vez y me he tomado una aspirina—, pero a pesar de la pequeña molestia, en cuanto llego a mi cuartito, pongo la misma canción que lleva en bucle en mi mente unas dos semanas.

Seguro que para Hye esto es música satánica; ella es más de idols, ¿qué se le va a hacer?

La pequeña ventana alta que da al exterior vibra muchísimo, lo que me hace saber que me estoy pasando un poco con el volumen. Por ella veo los brotes de malas hierbas que crecen en el parterre del jardín y nada más; es lo malo de tener el estudio en un semisótano, que no me llega ni una pizquita de luz. Lo bueno también es que no me llega ni una pizquita de luz, así no me duele más la cabeza por culpa de la claridad.

Antes de encender el portátil, voy a por mi agenda de las Supernenas y miro las citas de hoy; no hay mucha cosa: una chica que quiere hacerse una flor pequeña en el tobillo a las doce, un cliente habitual que tiene que seguir haciéndose un samurai en la espalda, un par de trabajos menores sobre la hora del almuerzo y acabo.

Lo bueno de que mi trabajo sea ilegal es que voy bastante por libre, lo que me da tiempo de sobra para mi otra gran ocupación: deprimirme por mi ex.

Casi siento que le he invocado cuando noto la vibración del móvil en un cachete del culo, pero cuando lo cojo (y la canción se acaba), veo que solo es Misu la que me llama.

—Dime que no soy la única con resaca, porfa, que si no me deprimo —murmuro, sentándome en mi taburete y haciéndome con una piruleta del montón que guardo en un cajón, y que me meto en la boca.

—No sé si Hye tiene resaca, pero yo estoy bien.

—Me alegro por ti. —Me deslizo con el taburete por el suelo para llegar al equipo de sonido y bajar la música—. ¿Y para qué llamas? ¿Pasa algo?

—Ayer, Sonie, dime que te acuerdas.

—Acordarme... a ver —hago una pausa en la que me saco la piruleta de la boca y miro al techo en busca de inspiración—, me tengo que acordar de que... Hye nos llevo al sitio ese y acabó siendo una mierda.

—No, no es eso, es...

—¡Espera, espera! Te juro que me puedo acordar sola —la corto, concentrándome—. Me acuerdo de que el barman te pareció mono.

—No... B-bueno, sí que me pareció mono, pero no es eso...

—¿Quieres ir el viernes que viene? A lo mejor está también y le podemos pedir el número.

—¡Sonje, que no es eso!

—Pues nada, me rindo, no me acuerdo de nada más —suspiro, volviendo a mi tarea de chupetear la piruleta con forma de corazón.

—El callejón, el tío medio muerto, los dos matones... la policía.

—Coño... —dejo escapar completamente en shock.

El problema no es que se me haya olvidado hoy, el mayor inconveniente es que también se me olvidó ayer. A mí y a todas, según parece. No sé bien si se me olvidó a la tercera botella que nos pimplábamos entre las tres, o a la cuarta, el caso es que se borró de mi mente como si nunca hubiera pasado, y ahora, por culpa de Misu, todo vuelve a mí como una patada en la boca del estómago.

—Tengo que llamar, Sonie, es que no me voy a poder quedar tranquila... Hemos sido unas irresponsables, y si ese pobre chico está muerto por nuestra culpa...

—Tía, tía, en serio: ni lo menciones —la paro, abrumada por la información que vuelve a mi cabeza—. Sé que el chaval tenía mala pinta, pero no estaba muerto ni mucho menos. Además, ¿qué va a ser culpa nuestra? Nosotras no le hicimos nada.

Inked KnockoutWhere stories live. Discover now