23.- Takedown.

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No siento nada a estas alturas. Bueno, miento: me siento de pena por dentro, pero por fuera soy incapaz de notar ni el aire dándome en la cara; esa droga me ha dejado atontado y adormilado, pero no sirve para dejarme la cabeza tan nublada como siento el cuerpo, por eso me acuerdo. Me acuerdo del primer asalto, del segundo... y me acuerdo de desplomarme en el tercero, sin soportar más el propio peso de mi cuerpo.

Me acuerdo de la neblina que cubrió mi vista, y recuerdo haber pensado que iba a morir, porque antes de que mis rodillas cedieran, estaba a punto de desmayarme, aunque si no caía, el combate no paraba. Y yo no estaba dispuesto a caer... pero lo hice.

Me recogieron entre sangre que no sabía si era mía —ahora sí que sé que lo era—, tiraron de mí, intentaron que mis pupilas reaccionaran a la luz, y tras comprobar que el shock y los golpes no me habían matado, me llevaron en una ambulancia al hospital. Una vez allí, todo el dolor que parecía dormido comenzó a pulsar por mis extremidades, por mi cara, mi espalda, mi pecho... Y tan rápido como llegó, entre mis gritos de pura agonía, fue calmado por un maravilloso pinchazo directamente administrado en mi brazo. Después de eso... solo me noto flotar.

—Jungkook, ponme las cosas un poco fáciles, joder, que vamos a acabar en el suelo los dos —masculla mi hyung, llevándome a rastras con visible esfuerzo hasta dentro del terreno del estudio que nos sirve de casa.

Creo que Hobi nos ha traído en coche... y me suena haber visto a mi patrocinador en algún punto de la noche. ¿A quién más he visto? Ah, sí, a Jin. Estaba en el hospital conmigo, él y más gente de la que no recuerdo la cara.

Escucho el gimoteo de Gom e intento decirle que estoy bien, pero no le veo; no veo nada más que la oscuridad del jardín y una puerta grande, que se abre antes de que Jimin llame y tras de la que aparecen dos caras que también me suenan mucho. Una es serena y masculina: la de mi jefe. Es un tío muy guapo, es genial y resulta increíblemente fácil admirarle como lo hago... Algún día juro que me atreveré a preguntarle qué hace para trabajar sus pectorales de esa forma, pero hoy creo que no voy a poder, porque a su lado hay otra cara que me hace fruncir el ceño.

Intento despejar un poco la neblina y centrar la cabeza más allá de esas voces que no paran de preguntar cosas que mi hyung contesta como puede. La tarea se le hace más fácil cuando Namjoon se me engancha al lado que Jimin no sujeta y me meten dentro. ¿Voy a tener que subir escaleras? Joder, si no siento ni las rodillas...

Esa chica que nos sigue de cerca parece muy nerviosa, me mira a ratos mientras asciende los peldaños y tiene un pelo larguísimo y precioso. Lo veo bailar al ritmo que sube las escaleras. Está muy buena, ojalá poder follármela...

Ah, coño, espera, que ya lo he hecho.

—Me gustaría examinarle igualmente, ¿tienes el informe del hospital? —pregunta Namjoon de forma acelerada a ese otro rubio, y me acaban metiendo en el mismo despacho que tan malos recuerdos me trae; el mismo en el que hace solo unos días el armario empotrado que me lleva ahora encima me dijo lo mala idea que era este combate.

Me mueven a mucha prisa, como si esto fuera una urgencia, y me jode que lo hagan, porque así me trataron en la ambulancia, en el hospital y... ¿dónde estaba yo?

Los tíos estos me posan con mucha suavidad en el diván gris, y veo que la cara femenina me mira con mucha atención desde la puerta, al lado de otra que también me suena mucho. Coño, ¿por qué no puedo acordarme de nadie? ¿Qué llevaba esa inyección?

—Está agilipollado perdido por el relajante que le han chutado en vena —explica Jimin, crujiéndose la espalda. Y no entendía a qué venía eso hasta que escucho la voz de Namjoon a mi lado, muy pegada a mi cara.

Inked KnockoutΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα