27.- Half guard.

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Lo tenía todo calculado. El plan ya estaba perfectamente formado en mi cabeza.

Lo primero estaba bastante claro: Rosita; es la niña de mis ojos, mi cosita mimada, la posesión más preciada que tengo. Pero también es mi arma definitiva para conseguir todo el sexo que quiera, y anoche lo quería. Joder, lo quería con toda mi alma.

Lo segundo iba a ser bastante más tranquilo, porque tampoco quería tirarme a Sonje si estaba hecha polvo por culpa de todo lo que pasó en el club. Lo que no me esperaba es que esa chica fuera tan inconsciente como para no tener un triste botiquín en su casa con el que curarle el profundo corte que tenía en la rodilla. Creo que se lo hizo con algún cristal roto durante la pelea —menos mal que fue con eso, porque, a pesar de ser grande, la herida era limpia—. El cambio del botiquín no me jodió demasiado, ya que me la pude llevar al baño y limpiarle la pierna en la ducha... Seguía vestida, pero era un avance enorme para completar el que iba a ser el plan definitivo, porque estos dos pasos eran solo el entrante, lo jugoso venía justo en el tercero.

Después de lavarle la brecha y las magulladuras, le di un beso en la rodilla, y Sonje, que estaba sentada al borde de la pequeña bañera, se rio, dándome la inequívoca señal de que mi plan estaba funcionando. Subí la boca por su muslo, repartiendo pequeños besos con los que le puse la piel de gallina. Supe que iba a conseguirlo en cuanto comenzó a acariciar en círculos un lado de mi cabeza, justo en el rapado —que ya me he dado cuenta que le fascina rozar—. Y cuando empecé a sentirla ansiosa por esos pequeños chasquidos de labios sobre su piel, que se acercaban más y más a ese rincón en el que me iba a enterrar toda la noche, la cuarta parte del plan empezó: follármela hasta que me doliera todo demasiado como para seguir moviéndome por más de dos segundos seguidos.

Sigo con el cuerpo resentido, pero no soy gilipollas, por lo que me puse ciego de calmantes justo cuando entré en su piso. Tenía la esperanza de que el chute llegase para cuando me la estuviera llevando a la cama. Lo calculé de putísima madre.

Al momento que la llevé en brazos al colchón, Sonje ya estaba roja, agarrándose a mis hombros y hundiéndome las uñas en el cuello. La tumbé en la cama, a un lado de mí —todo a su tiempo—, para darnos el lote hasta dejarla desesperada. Tenía la febril ilusión de que, cuando estuviera chorreando lo suficiente, me pediría que se la metiese sin pensárselo, lo que me dejaba a punto para hacerlo tal y como más me gusta: de una vez.

Esa noche que me la tiré en el octágono... No hay palabras para expresar lo que sentí cuando me hundí hasta el fondo con un solo empuje. Es que es pensarlo y se me empieza a poner dura. Sonje se apretó a mi alrededor con tantas ganas que pensaba que me corría en ese mismo momento, por eso mismo me centré en cualquier otra cosa que no tuviera que ver con lo que estábamos haciendo; me faltó ponerme a contar cuántas pestañas tenía.

Mi plan llegaba hasta el paso número cuatro; ahí ya decidiría qué hacer una vez estuviéramos metidos en faena. Y todo me había salido tan a pedir de boca que no creía que, mientras le estaba comiendo el cuello, Sonje iba a palmar... Vaya, que se iba a quedar completamente grogui. El hostión que me pegó en todo el orgullo quedándose dormida mientras intentaba ponerla cachonda pesó un poco después, lo que sentí primero fue, obviamente, la patada en todos los cojones que me había dado sin siquiera saberlo.

Y esta, señoras y señores, es la historia de cómo mi plan de volver a follármela fracasó.

Fin.

Es trágico, parece un puto chiste... Y lo peor de todo este asunto es que, cuando me piré de su casa —tampoco me iba a quedar ahí sin que me hubiera invitado—, estuve empalmado todo el camino de vuelta en Rosita, pero justo cuando llegué y por fin iba a poder hacerme una merecida paja, el empalme se esfumó en cuanto puse un pie dentro de la casa.

Inked KnockoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora