15.- Side Control.

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—Te juro que no voy a volver muy tarde hoy... Venga, deja ya el sentimentalismo, que me haces sentir fatal —suplico, pero sigue ignorándome como si no existiera—. Si lo que quieres es hacer saber que soy un padre horrible, enhorabuena: ya lo has conseguido.

Está claro que no voy a ceder porque esté teniendo una rabieta, debería entender que tengo que trabajar para mantenernos; además, he sido sincero en el tema de Sonje y le he explicado lo del tatuaje y las ganas que tengo de hacérmelo.

Como sigue con la cabeza vuelta a la ventana, lo doy por imposible y me pongo la chaqueta; me detengo para mirarle y noto cómo pega el oído cuando cojo las llaves del cuenquito de la entrada.

—Me voy —anuncio seriamente, pero sigue sin mirarme—. Me pongo los zapatos y me voy... —le aviso, y eso hago. En cuanto estoy calzado me quedo parado frente a la puerta, esperando que me despida como siempre... Es un cabeza dura y no va a ceder, pero yo tampoco... Por eso, con determinación, abro la puerta y salgo al pasillo, cerrando tras de mí. Y en cuanto doy un par de pasos, le escucho aullar como si no hubiera un mañana.

Después de la pataleta que ha tenido no debería volver a toda prisa a su encuentro; se quiere hacer el duro, pero no deja de ser un blando, y como sé que se va a pasar la mañana triste si no me despido bien, abro la puerta y noto sus sesenta kilos tirándose directamente contra mi pecho en cuanto la abertura se separa lo suficiente.

—Lo sé, lo sé, Gom: yo también te quiero mucho —me disculpo mientras el gigantesco tontorrón lloriquea y me lame la cara—; te prometo que mañana pasaremos más rato juntos, ¿vale? La señora Choi se encarga hoy de ti. Te gusta la señora Choi, ¿verdad? —Gom gimotea y mueve el rabo, lo que me deja saber que preferiría estar conmigo. A este paso no me voy. Siempre me hace sentir culpable cuando salgo de casa, no puede ser que esté tan malcriado.

Al final, tras duras negociaciones y un par de chuches de soborno por medio, consigo irme sin que llore. Ya voy tarde, fantástico, ni he podido desayunar y ahora me estoy muriendo de ham...

—Jungookie, pilla.

Un paquete triangular viene directo a mi cara desde uno de los coches aparcados frente a la casa, sobre el que Jimin se apoya como si fuera suyo. Consigo pescar el paquete antes de que la esquina se me meta en un ojo. Estaba a punto de quejarme a mi hyung por casi haberme dejado tuerto, pero veo que dentro hay un sándwich y, bueno...

—Uhhhh, tortilla y queso —murmuro fascinado. Está calentito, así que supongo que lo habrá comprado de camino en los puestos junto al metro.

—¿Qué se le dice a tu hyung, Jungookie? —pregunta satisfecho, con muchos aires de grandeza, mientras caminamos calle abajo.

—¿No tienes salsa picante o algo para echarle?

Esta vez sí que noto un sobrecito pegándome en plena frente, pero lo cazo al vuelo antes de que se caiga al suelo y rompo el envoltorio con las paletas para vaciarlo en el interior de mi sandwich. Cómo huele esto, me dan ganas de echarme un baile por tener un desayuno decente por primera vez en semanas.

—Graciaaas, qué aproveche. —Una vez he sido agradecido y educado, es hora de comerme esto sin ahogarme por la ansiedad con la que trago.

—Tienes menos ojeras de las que me esperaba —me hace saber, como decepcionado—, ¿no fue bien la noche?

—Sí que fue bien —aseguro extrañado—; pude dormir más horas que en los últimos tres días juntos.

—Pfffff. Vaya novato estás hecho, Jungookie. Si has dormido, entonces no ha sido una buena noche, ¿captas por dónde voy? —Mi hyung lo pregunta como si fuera tonto hasta la médula; como si su tono agudo, sus ojitos de sospecha y su sonrisilla ladeada no me hicieran saber suficientemente bien a lo que se refiere. El que bufa ahora soy yo, porque creo que está viendo cosas donde no las hay—. Joder, Jungookie, tenías a la tatuadora a tiro anoche, ¿qué has hecho para cagarla?

Inked KnockoutWhere stories live. Discover now