25.- Muros, paredes y grietas.

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Mírale...

Ahí todo altísimo, con el mullet rubio; la camiseta de manga corta gris que deja ver los tatuajes que escalan por sus dos brazos, gafitas (de pasta esta vez) y aire inocente. Inocente.

Se atreverá a hacer como el que no sabe de qué va la cosa y todo después de MANCILLAR a una de mis mejores amigas. Mi propio jefe, ¡¿qué digo mi jefe?! El tío al que consideraba algo así como una figura paternal, se ha tirado a mi amiga. Lo que es peor: el coloso y yo estábamos de bromitas con lo que estaba o no haciendo Namjoon, mientras Misu y él...

¡No lo pienses, Sonje, por favor, no!

Creo que mi mirada empieza a incomodar a este pedazo de traidor, porque cada vez lo veo más nervioso mientras hace como que riega las plantitas de mierda de la recepción. Estaba haciendo eso desde antes que yo llegase, y ahora que estoy aquí, con el culo plantado en el escritorio de Jimin, observándole, veo que le tiemblan las manos mientras sujeta la regadera horterísima con el dibujo de una margarita. Yo confiaba en este tío, de verdad que sí; Namjoon es un modelo a seguir en mi vida, y resulta que en cuanto me doy la vuelta, se la mete doblada a mi amiga. Si no fuera porque conozco los desfogues mensuales de Nam, a lo mejor no estaría tan rayada, pero es que sé cómo funciona este tío, y de igual forma sé que a Misu no le va nada eso del "aquí te pillo aquí te mato".

Lo único que pude sacarle a mi amiga acerca del encontronazo que tuvo con mi jefe fue un "no es lo que tú piensas". ¿Y qué se supone que pienso yo? Ah, sí: que no me gusta una mierda esta situación. Mi amiga lo ha tachado de malentendido y me ha obligado a jurarle que no insistiré para sonsacarle del tema. Tampoco es como si pudiera hacerlo, porque no me contesta los mensajes...

A estas alturas de mi existencia empiezo a plantearme si es que la gente me considera gilipollas, ya que solo un gilipollas se podría tragar lo de que esos dos no hicieron nada.

Mis dedos, que se agarran al palito blanco de la piruleta que tengo metida en la boca, se encargan de girarla mientras estudio cada movimiento de mi jefe. Se ve que la presión a la que le someto silenciosamente va a poder con él... Puedo oler su miedo, su nerviosismo; al igual que él puede sentir mis ojos clavados en su perfil. Me estoy esforzando para no parpadear más de lo vitalmente necesario, y es justamente para conseguir lo que hago ahora: que se sienta culpable. Lo que me sale mal es que, en vez de confesar sus crímenes, coje y se pira de la recepción como si no me hubiera visto.

Esto no se va a quedar así, no me voy a dar por vencida tan fácilmente. Y como se haya aprovechado de mi amiga para echar unos pocos polvos, que se vaya despidiendo de sus queridas tomateras.

—Encanto...

—¿Mmm? —Me giro levemente hacia Jimin, al que no había mirado siquiera desde que me planté aquí para castigar a Nam con mi escrutinio de psicópata, y me encuentro con que el rubio acerca su silla de escritorio hasta dejarla en medio de mis piernas.

—¿Sabes qué me ha pasado hoy? —pregunta con aire misterioso; no sé si es por la sonrisa que pone, porque me invita a apoyar los pies en el reposabrazos de la silla con una palmadita o porque susurra, pero algo de esa pregunta me huele a chamusquina.

—¿El qué? —inquiero con sospecha.

—Esta mañana he ido a ver si Jungookie necesitaba una manita en la ducha... Ya sabes, como está hecho una mierda quería ayudarle por la pura bondad de mi corazón...

—Ya... —le sigo el rollo, sonriendo por culpa de la forma ladina en que se dirige a mí— ¿y qué ha pasado?

—Pues que le he encontrado cantando. —Jimin deja caer la espalda contra el respaldo de su silla al tiempo que insiste otra vez con lo de que apoye las piernas ahí; creo que acabo haciéndolo casi sin darme cuenta, porque su cautivadora historia me ha dejado tan a cuadros que no sé ni lo que hago.

Inked KnockoutWhere stories live. Discover now