6.- Abierto hasta... ¿el amanecer?

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Hye se ha pirado ya a almorzar con sus padres, y Misu, según me ha dicho, se va a pasar el día trabajando, aunque sea domingo. No entiendo su dedicación, y ni que decir tiene que no la comparto en absoluto, por eso mismo voy arrastrándome por la acera de camino al estudio; amargada, sola y aburrida, no tengo ninguna mejor opción que pasarme el día en el curro, aunque no tenga turno ni nada parecido. Al menos podré dibujar sin darle vueltas a la cabeza, que falta me hace.

Como hace bueno (y llevo la mochila conmigo), ni me molesto en entrar a la casa, sino que sigo el lateral del jardín recién arregladito por Nam, que tiene una mano para la jardinería que asusta. Parecía una idea tan idílica eso de dibujar tranquila y sola bajo un cielo despejado en un jardín que huele a hierba fresca que debería haber sabido que algo iba a salir mal.

—¿Noona? ¡Noona has venido! —exclama Taehyung en cuanto me ve aparecer. Está sentadito a la mesa grande abatible que Nam saca de vez en cuando para hacer barbacoas en el jardín; barbacoas a las que jamás he asistido... y a las que pienso seguir sin asistir.

Sin embargo, aunque Nam no esté por ninguna parte, los que sí que acompañan a Picasso a la mesa no son otros que mis queridos compañeros. Mis ganas de permanecer aquí socializando obviamente son nulas, por lo que me doy la vuelta sobre los talones para irme por donde he venido.

—¡Eh, noona! —En cuanto Taehyung corre y se planta delante mía para atajarme, creo entender que voy a tener que hablar... ¡Qué bien! ¡Con las ganas que tengo!—. ¿Dónde vas? ¿No te quedas a la comida?

—No sabía que había ninguna comida, sino no habría aparecido por aquí —explico fastidiada.

Noona, no te lo tomes a mal, pero a este paso me va a costar convencer a los demás de que no eres una borde solitaria y rarita —declara con mucha cautela, cosa que me arranca una sonrisa sin querer.

—No te molestes en intentar desmentirlo, prefiero que los demás sigan pensando que lo soy.

—¿Y eso?

—Así no tengo que hablar con ellos —confieso en un susurro. Taehyung se lo toma como si acabase de contarle un secreto muy confidencial, porque asiente con determinación y hace como si sellase sus labios con una cremallera, lo que me obliga a sonreír más—. Voy a ir tirando, que se me ha chafado el plan; pásatelo bien, Picasso...

—Espera, noona —me pide, volviendo a cortar mi escapada—, ¿para qué habías venido?

—Quería dibujar a solas en un sitio donde diese luz para variar; ya sabes que mi estudio es como la cueva de Alibaba, no entra ni una pizquita de sol...

—Ahhhh, si es por eso se puede solucionar —asegura confiado—. Vamos, noona.

Imagino que la sutil invitación de su frase iba en sentido figurado, porque no es como si me diese mucha opción a elegir nada cuando me agarra del brazo y me conduce dentro de la casa. Casi tropiezo un par de veces con los escalones que conducen a la segunda planta, pero ni por esas se para. Y antes de que me dé cuenta, estoy en una habitación que no me cuesta nada reconocer como la suya. Todo presenta el mismo aspecto que en su estudio (dibujos, muebles estilo victoriano, cuadros siniestros); sin duda debe ser su dormitorio.

La estancia está hasta los topes de luz natural, que se cuela por la enorme ventana que da al jardín, pero por mucho que mi deseo se haya visto cumplido en ese aspecto... lo de estar sola tiene pinta de que no va a poder ser, porque Taehyung se sienta en la cama mientras que yo hago lo mismo sobre la alfombra burdeos. Saco la tableta de la mochila... la enciendo, le miro... y él sigue sin pillar que falta un aspecto clave para que esté completamente cómoda.

Inked KnockoutWhere stories live. Discover now