4.- Un pasito atrás

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—Ahí dice que los martes tienen dos por uno.

—¿Quién quiere un croissant a medias?

—¿El café aquí está bueno?

—Yo quiero un croissant entero para mí —refunfuño a mis amigas, que siguen sin hacerme puto caso.

—Misu, ¿tú quieres que compartamos el croissant?

—Sí, claro.

—Vale, entonces son tres cafés, un croissant...

—¡Que yo quiero uno entero! —le hago saber a Hye, que se dispone a pedir para todas.

—¡Pues pídetelo tú, pedazo de floja!

—¡Si vas a pedir para todas qué más te da!

Misu suspira avergonzada y se esconde tras la carta mientras las mesas contiguas nos miran a Hye y a mí por el escándalo. Ya debería estar acostumbrada a esto, no sé de qué se extraña.

Tengo una misión muy importante que llevar a cabo hoy, y para que mi cerebro funcione necesito llenar el estómago; al final, Hye cede con tal de que deje de liarla y me pide un croissant enterito para mí. Y una vez el dulce calentito (recién hecho, qué maravilla) aparece en mis narices, me lo trago en un minuto a más tardar. Todavía con la boca y la barbilla llena de restos marrón claro de la corteza del dulce, un tío aparece justo frente a nuestra mesa; es el investigador, detective, policía (o como coño sea el título), no hay más que verlo para pillarlo.

El chaval es (o parece) bastante jovencito, por eso mismo tendrá esas buenas intenciones de resolver este caso él solito ante la falta de pasión de sus compañeros. Pero su cara de bueno me hace pensar que ni de coña va a conseguir hacerlo... y a mí me conviene que no lo haga por ese temita de la amenaza del coloso. El poli se presenta, pero la verdad es que ni me molesto en retener su nombre, porque tengo la cabeza muy ocupada en encontrar una solución a esto. Y sin saberlo, Misu me la sirve en bandeja de plata...

—Eran alrededor de las once; íbamos con retraso porque habíamos estado esperando a Sonje una hora y media, así que fuimos con bastante prisa por la calle —explica, obligándose a rememorar.

Mi amiga sigue dale que dale con la vaga explicación de siempre; no sé cómo cojones voy a hacer esto... la presión me está empezando a afectar, pero no puedo dejarlo pasar sin más. La amenaza del coloso revolotea en mi cabeza todo el rato, poniéndome los vellos de punta. No quiero que vuelva a venir a acosarme, tampoco quiero que hagan lo mismo con mis amigas... Solo hay una solución posible para todo esta locura: mentir como una bellaca.

—Sí bueno... —intervengo despreocupada sin que nadie se lo espere— puede que fuera más tarde de las once, no es que estuviéramos pendientes de la hora, ¿sabe? Solo queríamos encontrar un sitio para cogernos una cogorza...

—E-entiendo —murmura el investigador, muy confuso por mi comentario.

—En fin —masculla Misu, con evidente rencor hacia mi persona—, lo importante es que ese local estaba en el corazón de la intersección de calles de la zona Oeste. Hemos intentado dar con el sitio exacto, pero no ha habido manera...

—Claro, es que los callejones de Itaewon son un puzzle; la verdad: veo imposible que volvamos al mismo punto ni por casualidad —añado, una vez más, con intención de quitarle crédito al relato de los hechos.

La conversación mantiene los mismos términos durante media hora más o menos; a cada dato que dan mis amigas ahí estoy yo para desmentirlo, quitarle importancia o dejar caer que quizás, y solo quizás, están exagerando muchísimo (aunque sea mentira). Es por su propio bien, pero ellas no lo pillan; mejor que se mosqueen conmigo a que otro coloso las acose a ellas en su trabajo.

Inked KnockoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora