21.- De treinta a cuatro mil ochenta.

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¿Toda esa tensión malísima que llevabamos arrastrando el coloso y yo? No está. ¿Dónde se ha ido? Pues ni idea. ¿Volverá en algún momento? Espero que no.

No es que le haya perdonado eso del polvo reemplazable, pero ya me cobré una venganza bastante jugosa. Creo que con este planteamiento lo que trato de hacer es convencerme, ¿y por qué trato de convencerme a mí misma? Eeeeeso es lo humillante: estoy buscando cualquier excusa para poder tirármelo. Tal cual.

Ese jueguecito de enseñarme a luchar le salió a pedir de boca, porque ahora no logro quitarme de la cabeza la manera en que su cuerpo se pegaba a mi espalda, o cómo encajó entre mis piernas a la perfección. Ni las cositas que me soltó... ni su cara, ni su toque áspero. Y por si acaso mi memoria fallaba y tenía alguna laguna en lo referente al frustrante magreo que nos pegamos, mi querido coloso me ayuda a recordar cada vez que se acerca a mi espalda para preguntarme algo de la clase que estamos presenciando.

Nam le ha encasquetado lo de ser su tutor a otro de los tatuadores hoy, pero parece ser que a Jungkook se la suda y solo quiere preguntarme a mí. La excusa me parece aceptable pero poco imaginativa.

Cuando noto una vez más que se me acerca con el pretexto de hacer como que quiere saber algo sin pies ni cabeza, aprovecho para devolvérsela. Lo hago a un estilo muy de los cincuenta, como si fuera una inocente y torpe chica de Louisiana a la que de repente se le escurre la piruleta que sujetaba de la mano y se ve obligada a agacharse para recogerla. El toque maestro es el momento de hacerlo: justo cuando se ha pegado del todo. Y, para rematar, al tiempo que recojo el dulce del suelo, giro levemente la cabeza mientras estoy aquí con el culo en pompa pegado a su paquete, para mirarle con ojos cargados de inocencia. Sin embargo, lo que no comparto con el aspecto que quiero dar es justamente lo de ser inocente y sexualizada de forma errónea: yo voy con conocimiento de causa, y me flipa ver que al coloso parece haberle llegado el mensaje que quería darle, porque deja caer la mandíbula solo para apretarla mucho al segundo siguiente.

Si sigo a este paso seguro que consigo joderle los testículos de por vida.

El pequeño gesto que hacen sus manos sin querer (poco más de un espasmo que las hace abrirse y cerrarse), me hace saber que Jungkook es de los que agarran las caderas —y agarran fuerte— cuando follan en esta posición. Otro punto a favor del coloso.

Una vez me hago con la piruleta del suelo (que está llena de pelusilla y que no pienso volver a meterme en la boca) y vuelvo a mi posición, Jungkook sigue igual de pegado; incluso luce más grande que antes, como si hinchara mucho el pecho cuando se pone cachondo o algo así. A lo mejor no es que intente parecer más grande, sino que ha cogido mogollón de aire y no lo suelta.

No, no lo suelta... Le va a dar un parraque...

—¿Estás bien? —pregunto, todavía empleando esa inocencia que no tengo por ninguna parte. El coloso cabecea algo que no sé si es un sí o un no. Se queda a medio camino de una de las dos.

—¿Alguna pregunta? —La profe Kaoru es la encargada en alzar la voz, y como no me he enterado de nada de lo que ha enseñado por culpa de este tiarrón que ha decidido pegarse a mi chepa, me mantengo calladita y sonriente mientras que Picasso se sirve.

—¿Por qué me haces esto? —susurra la voz grave pero aterciopelada del coloso, justamente a mi oído.

—¿Hacerte el qué?

—Pegarte a mí de la manera que... Joder, que te pegas ahora —explica entrecortadamente. Creo que ha bajado todavía más el tono por una miradita furtiva que nos ha echado Nam, pero mi jefe (nuestro, más bien), vuelve a centrarse en el portátil que tiene en frente y deja de observarnos.

Inked KnockoutМесто, где живут истории. Откройте их для себя