20.- Encuentros en la tercera clase.

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Lo de ir andando en vez de en metro no está mal por una vez. En la calle se puede respirar aire no infectado por sobacos ajenos y sudorosos; hay contaminación, sí, pero prefiero tres toneladas de dióxido de carbono al sudor de un oficinista pegado a la cara.

Esta novedad de ir caminando a los sitios se debe a que voy a ver a Hye a su curro. No es para que me dé ninguna clase de spinning, me dirijo ahí solo porque Misu me ha avisado que pasará después para recogernos a las dos en el gimnasio. Se supone que iremos al cine o algo... ¿Desde cuándo mis planes se han vuelto tan aburridos? ¿Me estaré haciendo vieja?

Recuerdo que cuando estaba con Yoongi hacíamos mil y una locuras distintas. Creo que nunca he experimentado ni vivido tanto como cuando salía con él. Aunque tengo que reconocer que, hasta la otra noche, nunca me habían masturbado a escondidas en un cuarto mientras había una fiesta en el salón; eso tengo que concedérselo al coloso...

Pobrecillo, espero que no le haya petado un huevo.

Se me escapa una risilla al pensarlo, porque sí: estoy satisfecha por haberlo hecho. No siento ni un poquito de remordimientos, es que ni el más mínimo.

El plan me salió a pedir de boca; estaba segurísima de que el coloso iría a esa fiesta, estaba segurísima de que se iba a fijar en mí, estaba segurísima de que se iba a poner modo gorila cuando me viese tonteando con ese imbécil. Pero lo mejor de todo es que picó cual pececillo indefenso el cebo que le dejé en las narices y acabó dándome lo que quería.

Ya me he desquitado con el coloso, ahora sí que puedo pasar de él.

Aunque, a ver, siendo completamente justos, que me masturbase no era cien por cien lo que me hubiera gustado antes de cabrearme con él. Fue genial, eso lo aseguro; el coloso es bastante habilidoso con los dedos, y me tuve que recordar a cada segundo la frase que dijo de mí para no mandar a tomar por culo el plan y pedirle que me la metiese. No me puedo quitar de la cabeza todo lo que me hizo, todo lo que le hice y, lo peor: todo lo que sentí. Ese tío tiene algo que me hace entrar en ebullición.

Lo importante (y en lo que me tengo que centrar) es que ya me he cobrado mi venganza, y no tengo que pensar en él ni un segundo más... Ni en él ni en el combate que sé que tiene hoy. En la fiesta de presentación me enteré de pasada de que tenía un evento programado para esta noche, y el muy gilipollas ni siquiera me dijo nada. No es mi problema; ahora, el asunto más urgente que tengo que atender es el de encontrar a Hye en el enorme gimnasio en el que trabaja.

Si creía que me iba a librar del sudor de los extraños iba lista. Obviamente, hay secreciones corporales a raudales aquí dentro, así que para terminar mi misión lo antes posible, me acerco a la sonriente recepcionista situada tras el escritorio con forma de semicírculo que ocupa la estancia previa a las salas de ejercicio.

—Buenas tardes. —Lo primero es la educación siempre, que no se diga—. Vengo buscando a Park Hye, la monitora de spinning.

—¿Tiene programada alguna clase con la monitora?

—No, qué más quisiera ella... Soy su amiga, vengo a recogerla.

—Ya veo, pues... si me da un segundito para mirar su agenda... —me pide concentrada, tecleando sin mirarme—. Acaba de terminar la segunda sesión, tiene una media hora de descanso ahora mismo; seguramente estará en la sala de personal.

—¿Media hora? ¿Y tiene otra... sesión de esas después? —indago horrorizada. Cuando me apunté a esto de recoger a mi amiga nadie me dijo que tuviera que esperar tanto.

—Eso me temo.

—¿Y cuándo duran esas cosas?

—Cuarenta y cinco minutos.

Inked KnockoutWhere stories live. Discover now