Inked Knockout

28.- ¿Pasado o presente?

Esa primera vez —borrosa, caótica—, en esa que sentí un miedo indescriptible subiéndome por la espalda, estaba con mis amigas. Temía tanto por lo que pasaría con ellas como con lo que pasaría conmigo si esos tíos horribles llegaban a atraparnos. Todavía recuerdo esa primera vez que vi los ojos encendidos del coloso. El negro parecía lanzar lenguas de fuego cuando se dirigieron a mí. Y mientras ese otro rubio nos perseguía, solo sabía pensar que íbamos a acabar la noche encerradas, atadas y, en el peor de los casos, en el fondo del río Han.

Nada de eso pasó, por lo que ahora, en vez de correr de esos dos chicos, lo hago hacia ellos. A donde llevan esperándonos más de media hora. Porque, tal y como pasó esa primera noche que lo lio todo, llego tarde. Esta vez, al menos, no lo hago sola.

Picasso anda muy agobiado. Creo que está así porque es el primer combate que va a presenciar, y hace bien en prepararse mentalmente para la masacre que va a ser eso. Jimin pelea en el evento, y tal y como me ha invitado a mí a estar en su primer combate con patrocinador, también lo ha hecho con Taehyung. Por si fuéramos pocos, el rubio debe estar de lo más celoso de que Hobi se quedara a ver a Jungkook, porque ha acabado arrastrando a su entrenador al fregado, ¿y quién viene de paquetito ahora con él?

—¡Id más rápido! ¡Estáis en una forma física de puta pena!

Sí, mi amiga más simpática, comprensiva y empática: Park Hye.

Ella estará acostumbrada a correr cual gacela para subir las escaleras —lo de que sean mecánicas no parece servirle a esta cabrona— y seguir con la maratón en cuanto salimos de la boca del metro, pero Picasso y yo somos artistas; nos dedicamos a estrujarnos los sesos y a machacarnos las manos más que los músculos. Es de imaginar el estado en el que nos encontramos tras escalar y esprintar como si la vida nos fuera en ello.

En cuanto terminamos de subir a la calle y el aire fresco de la noche me sopla en la cara, me doy cuenta de que estoy sudando por culpa de la carrerita improvisada. Miro a Hye con inquina, queriendo culparla por el careto de yonqui con síndrome de abstinencia que debo llevar, pero justo cuando ella dirige sus ojos a Tae y yo hago lo mismo, intuyo que Picasso —que abre la boca y pone ojitos de querubín— está a punto de soltar algo que no conviene que diga.

—Ni se te ocurra disculparte con ella encima —le susurro asfixiada, previendo las intenciones educadas y nada convenientes de mi compañero de trabajo—. Esto es como con las manadas de perros, Picasso, si le haces creer que es la alfa, la tendremos mordiéndonos el cuello en dos segundos.

—¿Qué chuchicheáis vosotros? —inquiere Hye, sin una gota de sudor en la frente.

—Nada —contesta Picasso, agobiado—. Noona me decía que nos demos prisa; quiere darle ánimos a Jimin antes del combate, y, claro... como hemos salido a las tantas del estudio, pues a lo mejor nos lo perdemos. ¿Sabes si da tiempo, Hye?

«A ella sí que la llama por su nombre; nada de noonas ni preguntas sin fin. Las hay con suerte, supongo».

Hye entorna los párpados y me mira queriendo expresar que sabe perfectamente que no era eso lo que he dicho, y yo, como ando cansada, irritada y ahogada, le saco el dedo corazón aun a riesgo de que me pegue una patada giratoria y me haga caer de espaldas por las escaleras del metro.

—Qué raro —comenta mi amiga, como si no me hubiera visto mandarla cariñosamente a la mierda, mientras nos da la espalda y empieza a caminar—, yo creía que a quien querría darle ánimos Sonie es al tal Jungkook.

—Jungkook no pelea hoy —aclaro de inmediato, lo que hace que mi amiga se dé la vuelta para sonreír con una cara de satisfacción que me da mala espina.

—Te estás haciendo muy amiguita de ese tío, ¿no? —Me encojo de hombros sin saber muy bien qué decir, pero Hye no parece darse por satisfecha—. Al final, entre el trabajo, los combates y las salidas que hacemos todos, os estaréis haciendo uña y carne, claro.