19.- Jab

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Esta noche ha sido un infierno.

Tal y como también le pasa a mi hyung, me cuesta pegar ojo en un sitio extraño; más aún teniendo a alguien a mi lado en la cama. Dormir con Jimin es lo más incómodo por lo que haya pasado nunca en la vida; no se está quieto, da mil vueltas, respira muy fuerte y encima me pega los pies helados. Por no decir eso de que cuando se desvela te obliga a despertarte a ti también para que le des palique.

Tengo la espalda hecha polvo, y las secuelas de no haber descansado todo lo que debería empiezan a aparecer bien pronto cuando saco a Gom en su paseo matutino. A cada tirón que da de la correa se me monta un músculo distinto en la espalda. Parece estar encantado con esta nueva vida que tenemos, eso sí, porque en cuento le dejo completamente libre en el jardín, sale corriendo como un loco para irse a su zona favorita de la casa: la que da a la ventana de Sonje.

No sé qué le ha dado con ella, pero espero que se le pase pronto, porque la mira como si se la quisiera merendar.

Al volver sobre mis pasos, me encuentro que Gom se ha equivocado de ventana por la que mirar, porque en la entrada veo que Sonje ya ha llegado. Me extraña verla por aquí a estas horas; Namjoon me dijo que por las mañanas no solemos tener mucha clientela, por eso mismo la usamos para las prácticas. Que yo sepa, hoy no tenemos ninguna clase, pero Sonje está aquí igualmente, y creo que con la misma ropa que llevaba ayer. ¿Se habrá pasado la noche de fiesta? No es difícil reconocer que el conjunto es el mismo cuando veo la falda minúscula y la camiseta a rayas blancas y negras que se recogió para que la tatuase.

Aunque la veo solo de espaldas, su gesto perezoso al apoyarse sobre el escritorio de Jimin parece darme una pista de que esta noche no habrá sido la mejor de su vida, porque es como si estuviera aprovechando para descansar la parte superior de su cuerpo mientras se sujeta la cabeza con ambas manos.

—Buenos días. Hoy has llegado muy pronto, ¿no? —la saludo en cuanto cruzo las puertas de la casa. Sigue de espaldas a mí, un poco alzada sobre el escritorio mientras Jimin le enseña el documento de las citas. Creo que no me ha oído, así que me acerco más, hasta quedarme casi pegado a ella—. ¿Qué tal tienes el tatuaje?

Te ha tenido que oír por narices, Jungkook.

El caso parece ser que le da igual haberlo hecho. Se gira sin decir nada, sin separar los ojos del frente y... desaparece por el pasillo sin lanzarme ni una mirada por compromiso.

—¿Qué le pasa ahora? —murmuro para mí al momento que dejo de verla cuando se mete en su estudio, aunque Jimin se lo toma como una pregunta directa.

—No sé. No parece que tenga un buen día —comenta despreocupado—. A lo mejor tú la puedes ayudar con eso, Jungookie.

—Deja ya de decir esas cosas —me quejo, totalmente confuso. No tengo ni idea de por qué está así de seca conmigo, si ayer estaba de lo más simpática mientras la tatuaba. Esta chica debe ser bipolar, le dan unos cambios de humor muy raros.

¿Esto va a ser siempre así o qué?

¿Un día vamos a besarnos, al siguiente nos vamos a hablar como amigos de toda la vida y al otro no existo para ella?

Esto no ayuda a que mi día mejore después de la mierda de noche que he pasado.

—No mires a la puerta de tu princesa con tanta amargura, Jungookie, que seguro que se le pasa. Le habrá dado un día raro de estos que tienen las tías —comenta Jimin, tecleando algo en el ordenador.

—Sí, supongo... Pero es que ni me ha mirado, ¿lo has visto?

—Hazme caso: mejor que no te mire. A mí casi me clava las tijeras en el ojo cuando le he dicho las citas de hoy —confiesa muy serio.

Inked KnockoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora