4. Sueños

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Daniel.

Últimamente estaba de un asombroso buen humor. Casi podía disfrutar de mis mañanas libres de cafeína y casi podía sonreír con total sinceridad al pequeño bodoque sonrojado que nos tenía develados a todos en la casa. Susie Noble, hija de mi prima Thiel y su novio Grier Forbes, apenas tenía un par de semanas pero había sabido ganarse el amor de todos durante el día y robarse la paz de todos durante la noche.

— Pequeño vampiresa, querrás mi sangre mañana, ¿eh? — ella desde su acogedora cuna se aferraba a mi dedo meñique con toda la fuerza de su manita mientras la otra palmeaba gustosa donde sostenía el biberón para ella — Te daré con gusto mi alma también, incluso mi colección de camisetas. Todo lo que quieras, princesa. ¿Cómo dices? ¿Una estrella? ¿Una constelación completa? Por supuesto, no será ningún problema para el tío Da.

No sólo era el llanto, que por si sólo era mucho y enloquecedor, sino también su risa. Quiero decir, la risa de un bebé es preciosa, pero no precisamente en medio de la noche cuando la oscuridad está particularmente tranquila y aterradora. Esa cosa jode con tu mente medio dormida y te hace saltar del susto. Por lo que esa mañana estaba meciendola mientras Grier dormía un poco y Thiel asistía a sus clases.

— ¿Qué más? ¿La luna? ¿Saturno? ¿Una carrera universitaria pagada? Todo lo que quieras te lo doy, pero duerme un poco, ¿si? Solo un poquito. Poquito.

— Así no funcionan lo bebes, Daniel — la voz sorprendentemente alegre no podía ser de otro que del cretino traidor que había dormido fuera durante la última semana. Jack Forbes.

Lo miré de reojo para encontrarlo apenas entrando por la puerta principal, tan fresco como una lechuga.

— Se que no es una ciencia exacta — dije en voz baja, Susie había comenzado ese lento parpadeo que auguraba una siesta en sus planes — Y justamente por eso debería ser capaz de hacerla funcionar diferente. Le ofrezco la luna a cambio de un poco de paz, dime que no es una oferta generosa.

— ¿Lo es? — muy sigilosamente para su tamaño se acercó al otro lado de la cuna y le sonrió a la pequeña que le devolvió la sonrisa a medias sobre su biberon y la ola de sueño que la atraía no le permitía ser más ingeniosa— No es en realidad tu intento para hacerla de Denver. Por supuesto.

Empujó lejos la camiseta naranja que le había puesto a un lado de las sabana esta misma mañana.

— Ella será fanática de los Broncos, Forbes y no podrán hacer nada al respecto — antes de que él pudiera replicar finalmente ella cayó en un sueño profundo.

Silenciosamente y con perfecta coordinación ambos nos alejamos de la cuna y fuimos hacia la cocina, una labor titanica desde que aún habían estragos de la última fiesta por todos lados. El monitor de bebés estaba metido en mi bolsillo trasero ante cualquier ruido.

— ¿Vienes a limpiar, verdad? — le pregunté en cuanto la puerta se cerró tras de nosotros.

Él, el hombre más duro que el granito y más frío que el hielo, se echó a reír. Silenciosamente pero desbordante de sarcasmo.

— Por supuesto. Yo limpiaré el desastre que habeis hecho vosotros — Mientras hablaba fue alrededor de la encimera hacia el refrigerador, debí suponer que venía por comida el descarado —  ¿Quieres algo más? Estoy a tus órdenes, idiota.

— Entonces... — me senté en uno los taburetes y balanceé mis pies — ¿Me preparas un té Chai, por favor? Con leche semidescremada y tapioca.

— En tus sueños.

— Si estuviera durmiendo lo suficiente en estos días para soñar, amigo. No te pediría a ti que me lo hicieras sino a una lindura castaña en...

— Cierra la boca, cretino — sacó del refrigerador queso y leche, de los gabinetes pan y avena y no hacía falta ser un genio para adivinar que le preparaba el desayuno a alguien más. Eramos jugadores de futbol extragrandes, por si solas esas cuatro cosas nunca funcionarían para nosotros. Antes de poner el queso en el pan se detuvo para darme una mirada helada y allí estaba la otra razón de su visita — No, de hecho abre la boca y agradeceme por pagar la multa, se suponía que estabas a cargo.

— Y estuve sobrio toda la noche, hermano. Evite que vomitaran en la alfombra.

— Bien hecho, eres el ideal de responsabilidad que todos necesitamos.

Sonreí y acepte sus ironías.

— Lo sé.

Entornó sus ojos azules y supe que se vendría el verdadero castigo ahora.

— He decidido que tendrás que entrenar una semana con los novatos.

— ¡No... ! — él me lanzó una mirada mortal con el grito, cierto la pequeña Susie estaba durmiendo a unos pasos. Yo mismo debería fusilarme — De acuerdo, pero odiaré cada instante que deba hacerlo.

Con un arqueo de sus cejas continuó con lo que hacía, puso el queso en el pan y lo llevó a la plancha. A mi personalmente me seguía maravillando cuanto había cambiado, no solo había pasado de ser linebacker a Quarterback— que vamos era como ir de la luna a marte en un noche—sino también paso de ser un hermitaño cruel a el tipazo alegre que respondía a las bromas con algo más que monosílabos y gruñidos. Lo había conocido por años pero nunca había imaginado que podría ser siquiera capaz de reírse, era uno de esos milagros de la mañana de navidad que debías atravesar Narnia para ver. Incluso aunque realmente le molestaba que habíamos hecho un desastre en su casa y había llegado la policía no parecía apunto de arrancar cabezas o romper huesos, como habría sido unos meses atrás.

La razón...

— Por cierto, ¿Cómo está Lara?

Y era absurdo como con sólo oír su nombre se le ponían los ojos brillosos y sonreía como un idiota. Era la anestesia del gigante en un pequeño evase de chica dulce. Él puso los sandwiches en un tupper, el desayuno de ella por supuesto, y luego con pasmosa seriedad me miró fijamente.

— Quiero pedirle que se case conmigo.

Mi mano quedó suspendida sobre el queso que trataba de robar y solo pude mirarlo con incredulidad. Pero él lo decía en serio. Era Jack Forbes, no uno de esos tipos que podían bromear con esas cosas. El hombre realmente hablaba en serio. En serio a muerte.

— ¿Y lo harás? — pregunté lentamente.

Dejó escapar una profunda exhalación que hizo que sus hombros cayeran.

— No quiero asustarla, es demasiado pronto — confesó.

Y lo menos que merecía era que le respondiera con sinceridad, si él había comenzado esta conversación era porque quería confiar en mí y debía apreciar eso. Enderece mi espalda y sostuve su mirada.

— Espera si sientes que debes esperar. Hazlo si sientes que debes hacerlo — le dije — y estoy seguro que cuando se lo pidas ella aceptará.

Volvió a suspirar con fuerza pero esta vez terminó con una risa breve, porque él también sabía eso. Lara Gallagher estaba igual o más enamorada que él y no dudaba que en este momento ella misma estaría pensando pedirle matrimonio al gran oso, como si fuera lo más normal del mundo.

Lo que me hacía cuestionarme con aún más fuerza lo que había estado jodiendo con mi mente últimamente: quería eso para mí. Ya hace dos días había balbuceado sobre casarme con la chica castaña del teléfono, medio en broma y medio en serio. Quería enamorarme y tener algo a lo que aferrarme cuando mi mundo se terminara y aunque podría haber escogido a cualquiera, literalmente a cualquiera, algo me seguía atrayendo hacia ella. Algo diferente había en esa mujer del teléfono y debía encontrarla.

— Forbes, necesito un favor.

— Ya te dije que no más fiestas — regañó.

Aunque sería de ayuda una fiesta, no era sobre eso.

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Obvio, #bromace

- Lolo ❤️





Gracias por leer, corazones

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