Epílogo | Primera parte

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Cinco años después.

El público seguía ovacionando y gritando sus pulmones afuera aún después de que el partido había terminado, el ruido ensordecedor era a la vez increíble y horrible para mí porque me hacía sentir tan increíblemente emocionado que me saltaban lágrimas a los ojos, algo que quizás se me había pegado de Bianca luego de haberla visto llorar varias veces mientras veía el final de cada partido últimamente, fuera mío o no. Y no había nada malo en llorar aunque siempre me partía el corazón ver a la mujer que amo sollozar siquiera mínimamente, entonces yo también lloraba y éramos un lío los dos llorando.

Y justo en ese momento no era el adecuado. No cuando había una fila de periodistas y fotógrafos en el campo y Evelyn, la de la relaciones públicas del equipo, me hacía señas para que me acercara exactamente a ese maldito lugar que estaba seguro era un círculo del infierno.

— ¿Hay alguna posibilidad de tomar la entrevista con el casco puesto? — le pregunté inmediatamente cuando estuve a su lado.

Ella se echó para atrás sobre sus altísimos tacones que no estaba seguro que una persona de cerca de los sesenta años debería usar luego de una lesión de cadera, además tampoco debería tener este exigente empleo pero la señora bulldog mordía a cada que lo sugiriera. Me miró parpadeando viéndose cada vez más horrorizada.

— ¿Te dejaste que te partieran los putos dientes? — gritó incluso por encima del bullicio.

Viendo lo inminente de este desastre con ella gritándome y obligando a un dentista a hacer quien sabe qué, negué con la cabeza, me saque el casco y obedientemente me dirigí hacia la línea de periodistas encabezados por la segunda más feroz periodista de campo de la liga.

La primera era mi chica. Y me sentía absolutamente orgulloso de ella.

Hace años lentamente fue absorbida por Lara Gallagher para que compartiera el espacio que tenía en la radio local para hacer su análisis y resumen de nuestros partidos, recuerdo la primera vez que habló al aire haciendo pequeñas pausas entre las palabras mientras estaba adorablemente nerviosa. Pero entonces había fruncido su ceño en concentración y apretado sus labios y comenzado a exponer en detalle sus puntos de vista con la precisión con la que escribía sus artículos y al llegar a casa después, se había parado frente a mí y declarado que realmente le gustaba hacer eso. Discutir. Exponer. Declarar. Sus palabras exactas fueron "darle vida a la palabra escrita" y no podría estar más emocionado o enamorado de su efervescente pasión.

Había sacado su grado en comunicación y luego en deportes e informática con mucha entrega y esfuerzo para ser contrata en una cadena local además de su propia página web que, dejame decirte, era un pequeño imperio y hacía a las personas leer sobre el deporte por encima de buscar un rápido video audiovisual. Su actitud también le había hecho un nombre y una reputación de fría, concisa y real periodista por encima de la opinión de un hombre blanco mediocre, además de que siempre se veía muy guapa en sus imperceptibles lapsus de nervios cuando tiraba distraídamente su pulsera de terapia y que solo yo podría notar.

Porque la conocía y ella me permitía compartir su vida.

Era ella y solo ella era la que no me hacía detestar el gremio, aún después de que intentarán hundirme y a Forbes con una noticia de doping positivo en nuestro año de elegibilidad para entrar al draft. Fue un año de mierda ese, pero ella había estado allí para detener mi enojo contra el mundo a raya con su amabilidad y firmeza, también me había mimado mucho dejándome que finalmente nos miramos juntos en un pequeño apartamento para dormir con ella todos los días y despertar con su trasero presionando descaradamente contra mi porque ella también adoraba esa parte y yo no podía adorarla más o sino nunca saldríamos de la cama.

Touchdown en tu corazón Where stories live. Discover now