23. El Desayuno

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Bianca

Si tan solo fuera una de esas personas que olvidan todo lo que hicieron cuando estaban ebrios. Si tan solo yo fuera así no estaría revolcándome en mi metafórica miseria mientras rodaba por la cama a la mañana siguiente. Rodando en la cama de Daniel Noble, debería añadir.

¿Qué rayos estabas pensando, Bianca?

¿QUÉ RAYOS?

"Eso o me pone terriblemente nerviosa esa mirada tuya, Da"

¿Da? ¿En serio? Había pensando algunas vez en llamarlo así pero nunca a la cara. Era demasiado personal.

"Quiero muchas cosas de ti, Da. Un abrazo tuyo es solo una de ellas y ni siquiera es la mas descarada que he pensado"

Idiota. Idiota. Idiota.

"Te quiero mucho, Da"

Ay.

"Yo lamento que no te la quitaras por completo"

Quisiera devolver el tiempo para gritarle a esa estúpida descarada de mí que lamentará más decir tal cosa en voz alta, que su rostro estaría apunto de explotar de un sonrojo supremo y toda su piel hormigueara. Y que malditamente no es una sensación agradable.

"¿Pero que te haría creer que vendería una foto de tus abdominales y no la guardaría para mí?"

Idiotaaaaa. Debí para este punto solo echarme a dormir, no continuar empeorandolo.

Gemí a través de mis dientes apretados y tire hacia abajo la sabana para mirar fijamente el techo, de paneles de madera iluminados por la luz de la mañana no eran ningún consuelo particular. Sino en su lugar el dolor palpitante de mis sienes que me había despertado empeoró terriblemente al igual que el ardor en los ojos. Al desviar la mirada note que Daniel había tenido razón con lo poco práctico que era la pared de trofeos, no importaba que estuviera contra el sol tenían una manera de atrapar la luz y reflejarla directo a tu cara. Rodé hacia mi costado de nuevo subiendo el edredón pero bajandolo cuando descubrí una jarra con agua, un vaso y unos analgésicos en la mesita de noche a un lado. Me senté en el borde de la cama y los tomé, resignandome a levantarme y enfrentar el día.

Y a Daniel.

Oh, Dios. Ayúdame a no morir de vergüenza.

Pero entonces recordé que ni siquiera dormida había dejado de ser monumentalmente estúpida, porque después de que él saliera de la habitación diciéndome que me había dejado una camiseta y unos pantaloncillos para que me cambiara, yo fui y me puse la única otra prenda que encontré en la habitación, su jersey. Su jersey del equipo.

Ese jersey que sólo las novias de los jugadores usaban. No las chicas que habían insistido en ser específicamente sus amigas pero incidentalmente se emborracharon y pasaron la noche en su cama.

— Ahhhhhh — sofoque mi grito contra una almohada.

Y cuando realmente no pude posponerlo más, me levante y me decidí por tender la cama, note que el edredón de peluche que nada más sabía que era azul en los bordes tenía en realidad una imagen de Peyton Manning impresa en el dorso. El rostro de Peyton Manning.

Joder. ¿Él era así de fanático?

Registre si este descubrimiento hacía menor mi mortificación pero no, esto ni siquiera se acercaba a lo menos peor que había hecho. En la habitación no había nada más además de unas pantuflas grises en la alfombra a un lado de la cama y que indicaba que podía usarlas, no estaba mi ropa por ningún lado y no, realmente no estaba dispuesta a abrir su armario de nuevo. Por lo que al abrir la puerta y asomarme al pasillo lo hice como si en realidad hubiera tenido una noche de sexo loco con un jugador de fútbol americano, si el jersey y mi cabello despeinado eran un buen indicativo.

Touchdown en tu corazón Where stories live. Discover now