16. Friendzone

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Daniel

Había algo divertido en ver sufrir a las personas mientras eran físicamente exigidas a hacer algo, me partía de la risa mientras miraba a Méndez llorar y berrear por su madre mientras corría diez kilómetros en la nieve cada mañana, esto mientras yo estaba en la comodidad de mi habitación bajo una de mis mantitas de peluche y con una taza de té chai instantáneo.

Pero entonces el miércoles, Mika López, una de nuestras preparadoras físicas me había sentado en su oficina y me había dicho que tenía que ganar más musculo en los lugares donde mi adorable grasita estaba, quiero decir, los defensivos no son todo fuerza sino también debían ser lo suficientemente amplios y pesados para aguantar ser golpeados una y otra vez. Debíamos ser una pared inamovible, prácticamente de lo que sea.

Pero con Forbes y su complejo de Rocky escalando Filadelfia, estaba haciendo que cambiaram la composición de todo el grupo. Incluyéndome.

Y entonces a patir de la mañana siguiente al anuncio mortal, tuve que salir al frío y correr siete kilómetros mientras no solo lloraba por mi madre, sino también rezaba a todas las divinidades que conocía por un poco de misericordia por mi frío trasero.

— Y entonces... — estaba diciendo en medio de un jadeo agonizante con una nube de vapor frente a mi rostro — Entonces ella me dijo... Me dijo que... Fuéramos oficialmente amigos...

Forbes, quien parecía tan fresco como una rosa de verano, inclinó su barbilla sin detener su ritmo de trote a mi lado.

— Eso no es malo — respondió, diplomática.

— Me pateó a la friend... zone.

— Da — él se giró para correr de espaldas y mirarme con absoluta seriedad — No existe tal cosa como la friendzone.

Solté una risa entrecortada e incrédula que me hizo jadear más fuerte. Presione una de mis manos cerrada en un puño contra la base de mi estómago donde el dolor punzante comenzaba a adormecer toda el área.

Me detuve, tomé una gran bocanada de aire y lo siguiente lo solté bruscamente al exhalar.

— Ahora me vas a decir que todo es una construcción mental que debo olvidar y superar, que millones de personas se han construido un embrollo mental alrededor de algo que no existe — terminé gritando con voz estrangulada — Te diré algo... Santa no existe.

— Obvio que Santa no existe.

— Tu novia no existe, uh.

— Oh, ella existe — él sonrió, su sonrisa comemierda— En realidad ella existe muy bien.

Resoplé.

— ¿Quieres saber que no existe? Ese sabor de helado de chocolate con menta y eucalipto que tanto adoras desde la secundaria. ¡Es solo pasta de dientes!

— ¿Cómo te atreves? Por supuesto que existe.

— Que no.

— Que si.

— Que no.

— Que si... Uff, joder — él tropezó y cayó de espaldas sobre el bote de basura cubierto de nieve que en medio de nuestro debate no habíamos notado.

Me partí de la risa mientras él rodaba en medio de las bolsas olorosas y mojadas.

— Argh, jodidos infiernos... ¡Daniel!

— Forbes — con total seriedad hice un gesto a su alrededor — El bote de basura no existe. Es todo parte de una construcción mental.

Aproveche mientras él se terminaba de levantar y regresaba las bolsas a su lugar para poner mis manos en mis rodillas y tratar de calmar mi respiración, que estuviera siendo físicamente exigido no ayudaba a la ansiedad que estaba sintiendo desde esa conversación. Porque joder y mierda, no podía dejar de pensar en ella. En cómo había pasado de esconderse del mundo y de mí debajo de cualquier superficie que se le pusiera al alcance, de sonrojarse y verse como si quisiera vomitar cada vez que hablaba a esta adorable chica que bromeaba sobre tomar mi corazón o simplemente se relajaba para tener una conversación completa conmigo. Incluso me había llamado por teléfono la noche anterior para que hablara con el señor Douglas y la señora Miren, en sus palabras "los había dejado obnidulados" y luego se había quedado hablando conmigo durante casi media hora después. Solo nosotros dos.

Touchdown en tu corazón Where stories live. Discover now