19. ¿Una Cita?

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Daniel

No era nada nuevo para mi recibir una mirada de decepción de un profesor, cuando jugabas al nivel que lo hacíamos era inevitable perder un poco el enfoque en los cursos. Pero estaba la correlación inegable de que debes mantener buenas notas para estar en el equipo. Y luego de los días de mierda que tuve olvidé completamente los exámenes de estadística que tenía que presentar ese martes hasta que por la tarde fui llamado por el rector de mi escuela en medio de la práctica para recibir un monumental regaño.

Merecía la mirada de decepción y furia de todos pero eso no lo hacía más tolerable.

— Ya Edith Cox me habló de tu intoxicación pero aún así será difícil solucionar esto — la profesora Gayle, con sus grandes lentes de carey, profundizó su mirada de decepción — Aunque pueda parecer sólo un curso, si lo repruebas no podrás matricular los otros que necesitan de este como correquisito y no serás elegible para entrar al draft el próximo año.

Además de una experta en estadística también tenía un papel en el comité de elegibilidad del equipo, aunque a veces sólo podríamos ser vistos como estrellas locales ella y muchos otros tenían sus espectativas sobre nosotros entrando a un equipo grande de la Nfl. Existía la filosofía de que si eras bueno en algo debía ser para algo, no sólo por la gloria.

La gloria era pasajera.

El verdadero éxito es perdurar.

Cualquier otro día el pensamiento me habría calado hondo pero la perspectiva del futuro me dejó serenamente frío. No podía obligarme a pensar en un año cuando lo que pasaría en el lapso de una hora me aterraba.

La profesora Gayle suspiró y se echó para atrás en su silla reclinable, tardé dos segundos en seguir su mirada hacia la puerta en el salón en que estábamos pero lo suficiente para no reaccionar antes de que unos fuertes pasos en tacón se adentraran en la habitación.

Debía ser la sensación que tenía las personas antes de que se acercara el verdugo.

— No puede ser — miré brevemente por encima de mi hombro — ¿Llamó a mi abuela?

Casi graciosamente la profesora Gayle se encogió de hombros.

— Sé lo que necesitas y no estoy facultada legalmente para hacerlo. Pero ella sí.

Como para probar su punto, en cuanto ella me tuvo a su alcance atacó y tiró de mi oreja derecha con la suficiente saña para hacerme chillar y retorcerme.

— Hola, Berenice. Que gusto verte — jovialmente y como si no estuviera haciendo un acto de violencia implícito, Maman Noble se inclinó para intercambiar saludos con la profesora Gayle. Quien a su vez era su íntima amiga — Ese corte te queda fabuloso.

Ya había pasado por esto antes por lo que me resigne a retorcerme de una forma casi humanamente imposible para evitar la mayoría del pellizco, entonces estaba parcialmente extendido hacia ellas y congelado en el aire patéticamente.

Veintitrés años.

Y esto sólo demuestra que no creces hasta que tu abuela dice que has crecido.

Para ella tenía cinco y había vuelto a ensuciar mis pantalones.

— ¿Entonces, hay algo que se pueda hacer? — preguntó abuela luego de cotillar un poco entre ellas.

Y supe que hablaba de mí por él tirón significativo que recibí.

— Abuela...

— Este era un examen de cátedra, que ya había sido ajustado con el reglamento para deportistas y cómo ya sabes estos no permiten una tercera fecha de reposición — explicó la profesora Gayle, el apretón se volvió incisivo — Si Daniel lograra un diez en todas las siguientes evaluaciones estaría sobre el límite para hacer un examen de ampliación. Y aún tendría que rogar clemencia a la cátedra por unos tres puntos para ajustar su nota. No es lo más ético...

Touchdown en tu corazón Where stories live. Discover now