14. Titular

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Daniel

Ella estaba tan pálida que parecía un fantasma en medio de la noche, pero sus ojos castaños brillaban de determinación cuando lo dijo.

— Daniel, él es mi hermano.

Y aunque era difícil de creer. Le creía. No estaba siendo histérica, lanzando escusas o mentiras. Estaba siendo, quizás, más directa y firme que nunca.

— Samuel...mi padre. Él no es lo que todo el mundo cree, no es alguien al que admirar. Ni antes ni ahora— físicamente agotada se volvió a sentar en el suelo, con sus manos inmóviles a sus costados y una mirada baja. Me incliné a su lado, escuchando en silencio — Cuando tenía once, una mujer llegó a nuestra casa llorando y buscando a mi padre. Me impactó mucho la desesperación con la que lloraba y aún cuando mis principales pensamientos en ese entonces eran sobre jugar en el parque y robar dulces de la cocina, me quedé en la casa y escuché a escondidas. Ella le rogaba que le diera dinero, él se burlaba. Ella necesitaba el dinero para su hijo enfermo, él se burlaba más fuerte. Cuando la mujer se rindió y salía de la casa me vió, no me dijo nada pero lo entendí.

>Siempre fui muy buena para observar y entender lo que no se decía, como un juego. Si guardas silencio, si solo escuchas y observas puedes resolver un misterio o estar preparado para evitar un enfrentamiento o un momento incómodo. Lo que entendí cuando vi esa a mujer fue que ella me compadecía por ser hija de ese hombre, que haría cualquier por borrar la existencia de él en su vida y que aunque lo odiaba tenía que rogar su ayuda. Porque ese niño por el que rogaba era hijo del imbécil, porque ese niño era... Zac. Pequeño, indefenso y débil. Y aunque quería no lo pude ayudar.

Lágrimas brillaron en sus mejillas mientras que su voz se rompía con cada palabra.

Dios mío, me rompía el corazón

— Por algún milagro él logró la operación que necesitaba y también por algún milagro compartimos salón en la escuela el siguiente año. Lo adore desde la primera vez que lo vi — repentinamente sonrió — Nunca he sido de perseguir, pero lo perseguí hasta que nos hicimos amigos inseparables y desde entonces cada vez que me necesitó estuve para él. Aunque él no lo supiera yo lo sabía, eramos hermanos. Y aunque también quiero a Morgan, sabes lo difícil que puede ser aveces. Zac... Zac era diferente. Me daba paz, alegría y cariño.

>Y si, ha sido caprichoso y me ha empujado a hacer muchas locuras, pero esto... Por esto no creo poder perdonarlo. Lo odio. Lo odio porque se comportó como alguien del que mi padre estaría orgulloso.

Se cubrió el rostro con sus manos y lloró en silencio, no quería presionarla de más pero rodeé sus hombros con mis brazos y frote su espalda, porque no solo el aire estaba frío sino también dentro de su corazón. Porque si todo lo que me había contado sólo era una parte de su historia, era una historia triste pero preciosa que Zac había arruinado con la sutileza de una bola demoledora.

Estaba tan herida.

Y aunque las ganas de romperle las manos al idiota se renovaron, la abrace con fuerza, porque no podía no estar allí para ella.

Cuando finalmente levantó el rostro tenía la nariz roja y todo su cuerpo temblaba, agradecí la chaqueta que había tomado al salir de la casa al pasarla por sus hombros pero maldije la llovizna que comenzaba a caer con más fuerza y la inclemente noche.

— Ven, te llevaré a tu casa para que puedas descansar.

Negó con la cabeza, profundamente desesperada.

— Es martes. No puedo ir a mi casa hoy — respiró temblorosamente — Se suponía que me quedaría con Zac.

¿Martes? Quería preguntarle que ocurría los martes en especial pero llevarla bajo techo era prioridad. Otra cosa que había jodido el idiota.

Touchdown en tu corazón Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz