25. La Respuesta [Editado]

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Daniel.

Por un agonizante segundo nos miramos el uno al otro fijamente, entonces una expresión que me atormentaría por siempre descendió sobre su rostro. Parpadeo varias veces y apartó su mirada lejos de mí pero no lo suficiente rápido para que no notará sus ojos llenos de lágrimas, mi manos se levantaron automáticamente hacia ella pero entonces el auto tras nosotros tocó su bocina alertandonos sobre el semáforo en verde. Maldije y avance en el cruce para estacionarme a un lado de la carretera en la siguiente entrada, para que cuando apenas había detenido el auto ella torpemente abriera la puerta y prácticamente rodara fuera del auto en medio de la ventisca.

— ¡Bianca!

Empuje mi propia puerta y corrí tras ella, sus delgados hombros se plegaron hacia adentro y temblaba con una terrible desesperación. Mis brazos volvieron a levantarse hacia ella pero de nuevo con un movimiento brusco ella se apartó, se giró para mirarme pero con la persistente tensión que me advertía sobre no acercarme.

— Bianca — murmure.

Apretó sus labios hasta que el rosa se volvió un enfermizo blanco, pero ni aún así logró detener el desgarrador sollozo que cruzó la noche.

Me rompió el alma.

— Bianca — parecía como si sólo pudiera decir su nombre, respire mi propio sollozo y obligue que mis manos aun el aire dejaran de temblar — Lo siento. Lo siento, por favor. Olvida todo lo que dije, son solo sin sentidos... Corazón... Lo siento.

Ella cubrió su rostro con sus manos y se movió de ida y vuelta en un vaivén nervioso que me tenía conteniendo el aliento y cerrando mis manos en puños, porque me encontraba en uno de esos momentos en la vida en que jodidamente no sabía que hacer.

Había hecho todo mal, maldición. Absolutamente todo. Nunca debí empujarla a esto, nunca debí abrir mi bocota infeliz por tal vez la oportunidad de tener algo más cuando lo que teníamos era maravilloso. Debí haber  malinterpretado todo y la había hecho miserable.

Imbécil.

— Bianca, por favor — trate de encontrarme con su mirada, trate de que encontrara algo de consuelo aunque me destruyera a mi mismo — Lo que sea solo perdóname. Olvida todo, olvidame si es necesario...

— Esa noche... — comenzó a decir con voz débil, dejó caer las manos de su rostro y giró su rostro para mirarme, apesar de que aún corrían lágrimas por su mejillas y se estremecía visiblemente es como si se obligara a hablar — Esa noche después del primer partido dijiste que harías algo... Algo que haría que todos te odiaran. ¿Qué era exactamente?

Un pesado nudo se ubicó en mi pecho, porque aunque había pasado días maravillosos con ella esa sensación de persecución y muerte se filtró por mis venas con sus palabras. La misma sensación horrible que me había hecho velar su casa por la noche el viernes pasado, que me hacía mirar sobre mi hombro cada vez que sentía a alguien tras de mí.

Una terrible idea cruzó mi mente con dolorosa claridad, recorrí los pasos que nos separaban hasta quedar frente a ella.

— ¿Alguien extraño se te ha acercado?

Ella parpadeó, no estaba seguro si con confusión o esa emoción rebosante que la había hecho llegar a las lágrimas.

— ¿Qué?

— ¿Cómo te hiciste realmente ese moretón, Bianca? — lo que más quería era tomar sus hombros pero no lo hice, aunque cada parte de mí vibrara, incline mi cabeza para mirarla lo más cerca que podía sin tocarla — ¿Alguien lo hizo? ¿Alguien te ha hecho daño?

Touchdown en tu corazón Where stories live. Discover now