5 de agosto de 1868: Demetrie sangrante.

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5 de agosto de 1868: Demetrie sangrante.

La luz mortecina de la bombilla de aceite estaba a su lado, la había acomodado sobre su mesita de noche y leía plácidamente su libro

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La luz mortecina de la bombilla de aceite estaba a su lado, la había acomodado sobre su mesita de noche y leía plácidamente su libro. Lo había robado de la oficina de Bilmah, un libro prohibido alimentaba su sed de lector travieso.

Toda la habitación estaba a oscuras, a excepción de la lámpara que estaba a su lado. Los ojos de Joyland repasaban las líneas, una y otra vez, pero no conseguía concentrarse.

Era demasiado difícil para él aquellas tareas. Centrar su atención en las palabras era como pedirle a un gato que recitara un poema de Shakespeare. Soltó un bufido exasperado, dejó el libro a su lado y alzó el rostro hacia las camas del frente. Bridget no había regresado, y ni siquiera se había molestado en buscarla, sabía que, si lo intentaba, sus nervios colapsarían como hacían siempre que la chica estaba cerca de él. Prefería pasar la noche tranquilo mientras intentaba conciliar el sueño. Pero esta vez fue diferente, pues había algo extraño en la cama de Demetrie. Brillaba algo sobre las pulcras mantas de su amigo.

Un extraño sonido salió de entre los labios de Demetrie y Joyland saltó de la cama, acercándose a paso rápido hacia el joven que yacía, seguramente dormido, entre las mantas.

Pero, para sorpresa del joven, no estaba dormido. No precisamente. Pudiera ser que estuviese inconsciente.

Joy se llevó las manos a los labios cuando sus ojos encontraron, en medio de la penumbra, un mar de sangre cubriendo las mantas.

Uno, dos tres...los números comenzaron dentro de su embotada cabeza.

Joyland se frotó la frente, no tenía ni la más remota idea de qué mierda hacer. Si despertaba al chico probablemente le diera un susto de muerte. Así, inconsciente, tal vez no sentía el dolor, temía despertarlo y producirle una eterna agonía. Apretó la mandíbula.

No comprendía de dónde salía tanta sangre, pero mientras más pasaba el tiempo, la cama se llenaba más de ella. Los cabellos rojos de su amigo brillaban con la rojiza sustancia que salía por entre los poros de su cuerpo.

Entonces Joyland recordó los cientos de horas que había pasado leyendo: medicina para principiantes y otras cosas demoniacas.

Inmediatamente sujetó las mantas que mantenían a Dem envuelto. Se deshizo de ellas en un movimiento fugaz, las lanzó al suelo y estas salpicaron gotas rojizas en los muros tapizados. Joyland las ignoró por completo.

La ropa de dormir de su compañero estaba empapada en sangre. Un chasquido de sus dedos fue suficiente para iluminar la habitación. Ni siquiera se había percatado de la profunda oscuridad que invadía el dormitorio hasta que las luces cegaron su visión.

Uno, dos, tres, cuatro...

Cuando sus ojos se acostumbraron a la calidez de la luz, se puso manos a la obra.

LOS BRUJOS DEL NOCTUM ©Место, где живут истории. Откройте их для себя