Capítulo 11

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«Una química diferente»

Ari llegó a casa exhausta. Aquellos primeros tres días de la semana le habían caído encima como una avalancha.

Tal vez se debía al cansancio emocional o a tener muchas cosas sobre su plato. Además, permanecer distante de Mandy y recordar que todavía no se dirigían la palabra le afectaba más de lo que le gustaba admitir. Así que cuando entró al departamento y la vio cenando con los ojos aferrados al móvil, se acercó a ella un poco dubitativa.

Arizona reconocía que la situación era lo suficientemente tensa, en especial porque ella misma era la que se había encargado de construir el muro entre ambas. Mandy solo le había dado su opinión sobre su relación, que si bien Ari no había solicitado, lo había hecho con las mejores intenciones y preocupándose por su bienestar. Eso era más valioso que cualquier mentira blanca y era por ese tipo de acciones por las que prefería conservarla a su lado.

Jamás había conocido a una amiga tan incondicional como ella, y no quería perderla por algo tan valioso como su honestidad.

—Hola —murmuró cuando estuvo cerca.

Mandy levantó la mirada para luego escudriñarla entre la curiosidad y la confusión. Ella se había intentado acercar a Arizona el día anterior y esta la esquivó como profesional.

—Hola.

—Lamento mucho como te traté—admitió, mordiendo el interior de sus mejillas. Los ojos oscuros de Mandy la escrutaron con cierta severidad—. Sé que solo me dijiste esas cosas porque te preocupas por mí. Parte de ser amigas significa ser honestas una con la otra, y aceptar las opiniones que vienen del corazón.

Su amiga frunció los labios y exhaló, desinflándose como un globito y apartando cualquier rastro se incomodidad.

—Me excedí, Ari. Entiendo que no me agrada Adam pero no tuve que decir esas cosas sobre tu relación o sobre él. Mucho menos sobre ti. La única persona que sabe lo que siente eres tú. Así que también debo pedirte disculpas.

Aquello suavizó todo en Arizona quien sonrió de forma involuntaria. Eso era todo lo que tomaba: unas disculpas sinceras y todo volvía a estar bien.

Ari no pasaba por alto sus palabras, y sí había reflexionado sobre lo que Mandy le había dicho, solo que había decidido que ella no tenía razón.

—Ya quedó atrás. —La abrazó y dejó su cartera en el mesón de la cocina. Procedió a robarle una aceituna negra de la ensalada que comía Mandy y la miró con una ceja enarcada—. Además, para compensar mi pésimo comportamiento, te tengo grandes noticias.

De inmediato, Mandy le sonrió de vuelta y en su mirada se mostró un brillo de emoción, ese característico que invadía a la morena cada vez que estaba cerca de lo que más disfrutaba: el chisme.

—No me digas que... —empezó.

Arizona asintió.

—Le escribí. Pero eso no es lo mejor del asunto, Mandy.

—¿Te contestó?

—Sí.

Mandy se llevó las manos a las mejillas y no pudo ocultar la emoción que la noticia le generó. Aquello solo desató que Ari fuera libre de mostrar cuánto le había ilusionado su conversación con Jesse, ya que había pasado gran parte del día sintiéndose culpable por haberlo disfrutado.

Cuando se fue a la cafetería cerca de LoveLine y no pudo sacarse a Jesse de la cabeza, decidió escribirle una vez más, un último intento. Una patada de ahogado. ¡Y había funcionado! Tal vez el motivo por el que Jesse no le había respondido antes había sido porque no sabía que se trataba de ella o porque no pensaba que el primer mensaje era hacia él directamente. Muchas opciones pasaron por su cabeza. Pero lo único importante era que le había respondido y, mejor aún, que todo estaba igual que antes.

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