Capítulo 23

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Arizona

Una sección del clóset de Arizona estaba destinada a vestidos que se había confeccionado para sí misma de acuerdo con su estado de ánimo y para que la gente en redes sociales viera su trabajo. Después de todo, no se puede presumir que se es una diseñadora de ropa si jamás se muestra lo que se hace.

No era como si eso le hubiera hecho llegar muy lejos. Consiguió un par de trabajitos alguna vez que apenas le dieron para pagarse unos cafés y unas entradas de cine.

De todas maneras, esa noche escogió uno de sus vestidos preferidos: formal y que la haría destacar sin resultar extravagante. Necesitaba resaltar entre los invitados si quería salir de aquella fiesta con conexiones importantes. Tal vez no saldría de ahí con un inversor, pero de que sacaría contactos valiosos, lo haría. Lo había decretado. Además, nunca se sabe dónde se pueden conseguir clientes.

El vestido en cuestión tenía dos capas. La primera era negra y dejaba entrever un escote sensual aunque bonito, y la falda caía hasta sus pies con una elegancia incomparable. Encima, jugaba con una tela transparente que empezaba desde su cuello y recubría todo el vestido con pequeños bordeados en formas de hojas de color dorado. Era ese tipo de vestido que podía pasar fácilmente por un Dior, pero que ella podría vender por un precio veinte veces menor.

Cuando su maquillaje y peinado estuvieron listos, salió de su habitación con el corazón en la garganta. Jesse le había escrito avisándole que estaba cerca de su vecindario así que no tardaría en llegar. Le costaba creer que todo aquello estuviera pasando; o mejor dicho, le costaba creer todo lo que había pasado en poco tiempo.

Hacía menos de una semana estaba dudando sobre si invitarlo a su casa para Navidad era una buena opción o no, se lamentaba un poco por haber perdido a Adam, y creía que las cosas con Jesse caerían en picada una vez se conocieran. Pero había sucedido todo lo contrario. Desde el primer beso, Arizona se sumergió en un idilio que parecía interminable, nadaba entre nubes de frenesí y hubiera vendido hasta su alma para no salir de allí.

—¿Y bien? —le preguntó a Mandy, quien estaba terminando de acomodar el departamento. Hasta había puesto comida en el horno.

Mandy no tenía grandes habilidades culinarias, así que el pavo que horneaba era uno previamente sazonado que compró en el supermercado. Que ella hiciera tal cosa solo significaba que se avecinaba un evento muy especial, y dicho evento era que el chico misterioso con el que estaba saliendo iría esa noche a cenar. Al parecer la cosa sí que iba en serio, y la misma Mandy había dejado atrás las evasivas o la constante negación. Ahora cuando Arizona le preguntaba sobre el chico misterioso, sonreía y le decía que «tal vez» las cosas podían salir muy bien entre ambos.

A su amiga le brillaron los ojos cuando la vio y le dedicó un aplauso muy breve.

—Estás guapísima, Ari. Serás la sensación esta noche... Ojalá pudiera ver la cara de Jesse cuando te recoja. Deberías invitarlo a subir.

Mandy y Jesse conocieron un par de días atrás, después de que ellos pasaran Navidad juntos. Al principio Ari tuvo sus dudas sobre la reacción de su compañera de piso; pensó que la haría pasar una vergüenza, que incomodaría a Jesse, que tal vez se portara mal con él o lo rechazara como solía hacer con Adam, o mil escenarios más. Al mismo tiempo —y quizá fuera su lado masoquista—, quería que Mandy lo conociera porque siempre le había importado su juicio sobre los demás. No, no influenciaba sus decisiones —de ser así, no habría durado con Adam ni siquiera un mes—, sin embargo, apreciaba las observaciones que hacía sobre las demás personas que, en la mayoría de los casos, eran bastante acertadas.

Después de la discusión que había tenido con Adam, reflexionó cuánta razón habría tenido Mandy sobre él.

¿Que no le prestaba mucha atención a su relación? Bueno, no había que asistir a Harvard para darse cuenta, pero en su defensa, ella tampoco.

Línea caliente © [+18] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora