Capítulo 3

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El vídeo es el booktrailer de la historia. 🤭 Espero que les guste y si decides verlo, es de tu agrado, dale amor, belleza.

Sin más, disfruten el capítulo.

***

Yvonne

Al final decidí salir, aventurarme a ver que tenía tanto...olvidé su nombre, para darle a una diosa como yo.

Dublín a esta hora yace atestada de gente en el tráfico de las calles.

Desde el último piso del hotel, en la suite presidencial, dejo que Luisa ordene los mechones de mi cabello, dejándolo fijo en su lugar con fijador.

Hay silencio, mucho.

Frunzo el ceño, contrariada, por lo regular suele ser así, acostumbrada a él estoy, sin embargo, tengo la capacidad de enojarme con el mismo silencio, porque mientras este se propaga alrededor de dónde estoy, yo no pienso en nada.

De verdad que, en nada, en este momento solo observo las luces de la ciudad a un lado del tocador, traspasando los vidrios de la pared, solo escucho el sonido del envase, la respiración de mi asistente, la mía propia, el martillear de mi corazón.

¿Qué es esto? De nuevo me siento agobiada por este silencio.

No hay explicación, causa, ni motivos, yo no tengo ninguna.

—¿Quiere el alce en la parte delantera? —indaga Luisa.

La estoy escuchando, no hay nada más que pueda hacer cuando no soy una persona que se distrae.

—Obviamente, estúpida —respondo, resoplando, viro los ojos.

Luisa se encarga de darme agua cuando ya es momento, sigue haciendo su trabajo. Miro al techo.

Tomo la barra de labial rojo, pasándolo con cuidado sobre mis labios.

El delineado oscuro bordea la raíz de mis pestañas superiores, un maquillaje perfecto, con misterio y manteniendo el enigma que tanto me gusta. Solo destaca las facciones delicadas y hermosas de mi rostro. Soy única.

No tengo nada más que hacer y finalmente cuando termina, el reflejo que me devuelve el espejo es justo el resultado de la inalcanzable Yvonne Hamilton.

Debo reconocer solo para mí, que hizo bien su trabajo.

—Los pendientes de diamantes —ordeno.

Se mueve a mi alrededor trayéndolos rápido, los deja en mis orejas y ellos me dan ese toque que tanto necesitaba.

De pie, aliso la tela del vestido ceñido de dos piezas, negro de lentejuelas, escote corazón, abertura en la pierna derecha, el cabello en hondas y alce delantero, los zapatos me hacen lucir de un metro ochenta.

Inalcanzable es una palabra que se queda corta para lo que soy.

—Deje que le llame a algún servicio de protección, señorita Hamilton —insiste Luisa, fastidiando.

Reviso el interior del bolso, cerciorándome de que todo esté ahí.

Arqueo una ceja, estudiándola como una insignificante.

—¿Por qué mejor no haces algo con tu patética vida? Por ejemplo, analizar si no tienes telas de arañas en el coño, digo, de tantos años...

Aprieta los labios, queriendo decir algo, la espero paciente para ver si tiene el valor de refutarme.

—Disculpe, señorita Hamilton, solo me preocupo por usted cómo me corresponde al ser su asistente.

Suelto una risita chistosa e irónica, caminando a la puerta de salida.

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