Capítulo 6

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Bartholomeu

Fue difícil volver a dormir después de semejante ataque de ansiedad y rabia consumiéndome por dentro.

Hay algo sádico rasgando las paredes de una coraza, llevo tiempo reteniéndolo. Como único sale son en los momentos en los que imparto castigos como en el día anterior, de esos que implican mano dura, implacable.

No siempre se da y por ende la sed de destruir algo, saborear el dolor ajeno corroe por mis venas aconteciendo lo que sucedió con Sali.

Alá no me perdonaría jamás si lastimara a mi propia descendencia siendo inocente y sin haber cometido pecado alguno.

Duermo y no lo hago a la vez, simplemente las divagaciones diarias se cuelan entre mis sueños, impidiendo que pueda realizar este del todo en paz.

Hay fantasmas persiguiéndome, voces claras susurrando, gritando en el oído, una mancha imborrable que tal vez para el resto que no lo sabe es simplemente una locura lo que haré, sin embargo, mi madre Nadjela estuvo ahí y Jaharí es mayor que Kenya, vivió parte.

No llegué a tiempo, no pude y el sentimiento de la decepción se mantiene, acrecentando esta necesidad de cobrar venganza, humillar, hacer pagar.

Lo recuerdo, cada palabra, cada acción, cada momento y el paisaje.

Mi palabra, mi pureza, mi honor fueron manchados, estrujados, pisoteados.

Ellos no vieron venir lo que ahora es una tempestad y veremos si se mantiene firme por dónde va, arrastrando consigo a toda una dinastía.

No quedará nada, solo las cenizas.

Despierto temprano, un despertar diferente, Sali sabe de mis horarios y es mi mujer y esposa con más años a mi lado del resto.

Los labios gruesos de mi esposa y futura madre de mi primogénito, están envueltos alrededor de mi pene, succionando.

La aguamarina abarcando su iris, tiene la costumbre de rehuirme con vergüenza, pudor, resulta morboso vislumbrar eso en sus ojos cuando me la está chupando segura de sí misma, ansiosa, como me gusta, como le enseñé a hacerlo.

Sali es la esposa digamos más obediente que tengo, se cuánto su corazón late por mi, cuanto me venera, cuanto me ama y haría todo por complacerme, por mantenerme feliz.

Sabe que al estar en gestación me tiene satisfecho, quiere hacer más, se desvive por su señor, aumentando más mi ego.

—Garganta profunda, Sali —indico.

Se separa un poco, sus dedos se mueven alrededor de mi longitud con ambas manos.

—Como ordene, mi señor —acata.

Hace lo que le he pedido, llevándome al fondo de su garganta, ahogándose cuando la embisto cogiéndola del cabello.

La desnudez de Sali es asombrosa, una mujer de curvas alucinantes y ahora que el embarazo comienza a notársele, se ve más exótica.

—Muéstrame que tan mojada estás, Sali.

Sigue manteniendo el respeto sin verme a los ojos, sin embargo, separa sus piernas, mostrándome su coño humedecido por el cual paseo mis dedos, robándole un gemido tras otro.

—Por y para usted, mi señor —se muerde los labios.

La subo sobre mi cuerpo, penetrándola hasta el límite, la dejo danzar sobre mi polla, sus senos redondos y grandes rebotan con cada montada.

Quiero embestirla duro, muy duro, observar con los espasmos contraen su vagina.

Tengo el impulso de hacerlo, tomándola de las caderas para meterla toda, no obstante, cuando le miro el vientre, un recuerdo amargo se apodera de mi memoria, lo que era un deseo perverso ahora es una amargura.

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