Capítulo 26

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Essoh

Oro solo por el hijo que tendré, ayunaré voluntariamente por él, para que se quede, que no le pase nada a Sali. Como responsables de guiar la oración dejo al padre de Sali, mientras el resto de su familia ayuda con la fiesta.

Apenas tuve oportunidad quise purificarme, arrodillarme ante el creador con ese nudo en la garganta inmovible.

El vientre está grande, ella se ve rebosante de felicidad, de salud, es ahora donde aumenta el miedo, porque tiene casi exactamente las mismas semanas de embarazo que tenía Yvonne cuando murió mi primer hijo.

Tendré a mi hijo, lo cuidaré más que a nadie.

Termino de orar después de una hora solo, regreso con una vestimenta típica, sin interactuar con nadie, solo me siento en mi trono, presidiendo como de costumbre.

Comparando sin poderlo evitar.

Cuando supe que tendría a ese bebé, me volví loco, quería que toda mi familia estuviera presente al momento de salir la ecografía, hicimos una fiesta con los allegados que estaban allá, algunos viejos conocidos, para que semanas después muera.

No sucederá lo mismo, Essoh, tendrás a tu hijo en brazos, nacerá.

Acompaño a Sali con la bendición de su vientre, madre se desvive por atenderla, saber que tendré al fin a mi heredero, su primer nieto de sangre ya que mis otras hermanas no son hijas de ellas, la pone mucho más eufórica.

Dispongo a un personal de cinco para que atiendan las necesidades de Sali, lo que necesite, a donde vaya.

La familia está feliz, de ambas partes, la felicidad llena el ambiente, debería estarlo al completo yo también, debería dejarlo ir, no pensar, mentira, sigo haciéndolo, no estoy del todo lleno en la vida.

Alistan a Sali en sus aposentos, la acompañó por la noche, sin tocarla, no quiero hacerlo porque tengo miedo de lastimarla, y sí, yo tengo muchos miedos a raíz de todo el mal que viví.

Lo noto en ella, no le satisface que no la toque, más no protesta, pasando largo tiempo charlando de sus cosas, de lo que ha ido haciendo para el niño, incluso abre los regalos del día junto conmigo.

Más que una esposa o madre de mi hijo, es una mujer con la que puedo hablar, la escucho, respondo, pregunta.

—Esposo —se dirige a mí, cauta, sé que preguntará algo fuera de lugar, con curiosidad. Tiene la confianza de llamarme así.

—Dime, Sali.

Dobla las pequeñas ropas con tanta devoción, sin poder evitar olerlas.

—¿Yvonne morirá? —inquiere.

Frunzo el ceño, más entiendo, Sali no es de buscar problemas, menos de tener rencores, ella siempre aceptó que debía casarme con más mujeres, muy abierta.

—No si se le trata como se debe —contesto.

Asiente.

—Fui a verla, pero nadie me dejó pasar, no le he comprado nada, se nota que es soberbia y lo menos que quiero es que nos llevemos mal —explica.

Siendo aquí, mi primera esposa de este lado del mundo, cuando llegaba otra, le compraba algo, incluso las instruía a cómo comportarse, con tal de mantener un ambiente de paz.

—Yvonne es Yvonne, Sali, no te sientas mal por eso, solo vela por ti, de ella me encargo yo. —aconsejo.

Destapa otro regalo, le alcanzo una caja, han llegado tantas cosas para el bebé.

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