Capítulo 10

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Yvonne

Un vértigo certero azota las neuronas de mi cabeza, es una ráfaga de latigazos uno tras otro desestabilizando cualquier facultad de analizar algo más allá de lo que hay enfrente mío.

No sé quién es este tipo, ni sé de dónde salió, lo que si tengo presente es la osadía de quién parece disfrutar el revuelo que ha causado en mi celebración.

Se lleva toda la atención de la sociedad londinense y es algo que a nadie le permito.

—Largo de mi casa —ordeno, irascible clavo las uñas en las palmas de mis manos, mientras el vértigo de los constantes dolores en la cabeza se acrecienta con cada instante que transcurre estando frente a mí.

El desconocido se mantiene imperturbable, tiene una máscara de acero, hierro y hielo, la misma que suelo llevar todo el tiempo. Entra en batallas de miradas con las mía, quiero saber, ver y entender más allá, ¿Quién es? Jamás lo había visto, ¿Qué hace aquí?

—Amor —Mason entrelaza sus dedos con los míos jalándome sutilmente hacia su lado, en modo de advertencia —. Es un invitado.

Cómo si ya no lo sé, no me importa el recordatorio, solo necesito que se largue, hay cosas, acciones, reacciones inexplicables. Vértigo, lava, frialdad, rechazo, ardor, batalla y mucho más resumido y provocado por él.

—No me importa —esclarezco —. Que se vaya, solo ha arruinado mi fiesta.

Sonajeros, como si a mí me gustaran los mocosos, que se los lleve a su madre o a quién se les dé la gana. Agarraré ese cofre y voy a venderlos apenas termine este espectáculo.

—Yvonne —George se aclara la garganta, tomándome de brazo tira de mi para apartarme de Mason y tener un poco de privacidad, en todo momento no he podido dejar de mirar al sujeto alto, de cabello rizado, parece una peluca, moreno y expresión de diablo —. Nos estás dejando mal parados, que no te guste el invitado, no significa que debas echarlo, es solo por esta noche.

Zafo mi brazo de su agarre, sigue teniendo su vista encima de mi radar. ¿Qué busca? Lo más probable es que le guste como a cada hombre que se me acerca o ve, iluso, jamás me fijaría en alguien como él.

—Sabes que a mí no me importan las apariencias —volteo a ver a George —. Tiró una copa que se quebrantó en mis pies, ¿Quieres más motivos para que se vaya?

Según George disimuladamente gira el cuello para analizar al sujeto del cual Verónica está pegada y mi familia trata de calmar las aguas y el aire violento en el ambiente.

Siento que no lo soporto.

Me duele demasiado la cabeza.

—Este tipo de personas no es del agrado de nuestra familia —empieza —. Si lo sacan quedaríamos mal y más si se trata de una competencia tan fuerte, así que comportarte, Yvonne, aquí nadie está tranquilo con lo que ha pasado.

Se va, me quedo donde estaba analizando mil formas de cómo deshacerme de todos los que estorban y acaba de entrar en esa lista, solo por eso, por retarme, por llevarse la atención, por hacer lo que hizo y sobre todo por creer que sabe lo que sucederá en mi matrimonio, no voy a tener mocosos, a arruinar mi cuerpo por traer a alguien más. No.

Comienzo a imaginar que fue Verónica la causante de este teatro, quién quita que sea su amante o lo que quiera, la muy perra no me soporta y sería capaz de hacer lo que sea con tal de verme mal.

Tal vez, solo tal vez sean suposiciones, porque la mirada de aquel engendro del infierno expresa más allá de ser solo un trapo para ensuciar.

Es un trapo.

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