Capítulo 5

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Yvonne

Tomé mi tiempo, bebí mis pastillas ya que el sueño no llegó así dieron las seis de la mañana, antes de dormir ordené a la mensa de Luisa empacar y ordenar las cosas, para después de haber dormido con pesadez al principio, después de ocho horas, desperté, tomé un baño, vestí algo como.

Luisa llamó por chófer, hizo todo, la devuelta del auto, la compra de los pasajes en primera clase, vamos, viaja conmigo de milagro, todos saben que es mi asistente multiuso, a veces quiero ventilar información y otras, nada más no.

Yo decido cuándo, dónde y por qué.

Comparto primera clase con ella, haciéndola sentir afortunada de tener ese privilegio con alguien como yo.

Al llegar a Londres el cambio se siente poco, la verdad, yo jamás resiento nada, porque a donde voy soy recibida como lo que soy, la diosa Yvonne Hamilton.

El móvil quiere reventar con las constantes llamada de la familia, sin embargo, yo debo vestirme, darme mimos en la piel después de estar sentada por horas maltratándome los músculos.

Luisa debe encargarse de darme un masaje relajante, ordenar mi comida.

No vivo con el resto de los Hamilton así la mansión sea enorme, vivo por mi cuenta y cuando se me apetece o se me da la regalada gana es que gozan de mí presencia.

Visto de rojo, los zapatos, el vestido y el labial, las manos de Luisa dejan mi cabello perfecto, todo quedó perfecto, a decir verdad, ¿A mí que no me queda bien?

De la cochera exclusiva extraigo un auto del mismo color, se me antoja ser llamativa.

—Pídete un taxi, no llegues tarde, tarada —señalo a Luisa, arrojando el bolso sobre el asiento de al lado.

—Así será, señorita Hamilton —acata.

Cierro la puerta hastiada hasta de su cara de mojigata. Estoy pensando seriamente en que ya va siendo hora de someterla por las buenas o por las malas a un cambio, eso de tener una asistente que es ágil, sin embargo, viste peor que las ropas de la tatarabuela de George, es estresante.

Necesita estar a mi altura y ya tiene cinco años a mi servicio, con esos harapos, falda tapándose los tobillos casi cuatro tallas más grandes que ella, blusa todo el santo tiempo larga, calor, frío o lo que sea, además de esa coleta baja con lentes, horripilante.

El auto deportivo rojo capta la atención de todos. Quedo satisfecha.

La noche del día anterior concluyó no de muy buena forma, quería follar y me topé con una pared inmovible, no obstante, se habla de mí en todos los sitios de internet, el outfit ha sido casi agotado y ahora tengo una cuantiosa cantidad más de dinero en mi cuenta bancaria.

Estupenda jugada, no solo es eso, necesito continuar siendo tendencia así aumenta la audiencia de la película, conveniencia monetaria.

La mansión Hamilton se alza poderosa ante mis ojos, largo camino limpio, jardines impolutos, fuentes de agua, dos pisos, inmensas salas, habitaciones, cocina, terraza, balcones, piscina.

Los autos del resto de la familia aparcados en la entrada de la casa, el único rojo es el mío, el resto es negro, destaca entre la oscuridad de la noche.

Sostengo mi bolso, caminando a la entrada donde empujo a la inútil sirvienta que no sabe ni como pararse, casi me ensucia el vestido con sus manos mojadas.

—Piérdete de mí vista y no hagas estorbo —escupo en su dirección.

No entiendo cómo es que Victoria no sabe hacer muchas cosas bien y entre ellas deshacerse de solo palurdos consumiendo dinero.

INFAMES ©Where stories live. Discover now