Capítulo 9

766 82 34
                                    

Yvonne

Lava ardiente me quema las venas, es solo eso y un odio sin medida hacia Joe, estoy segura que fue él, como que mi nombre es Yvonne Hamilton.

Tomo un baño rápido buscando un conjunto a la altura, se supone que soy la prometida y no puedo llegar a un hospital como si fuera a una alfombra roja, debo mantener las apariencias.

—¿Dónde está, Joe? —inquiero hacia Luisa en lo que ella se encarga de peinarme el cabello.

—No volvió a la mansión desde ayer, señorita Hamilton —responde.

Ata mi cabello en una cola de caballo sin una hebra fuera de lugar.

Aliso la parte superior de mi overol color negro, dejo que mi asistente ate los cordones de mis zapatillas deportivas.

—Avísame si aparece —ordeno, saliendo de la habitación.

El enojo suele ser el mayor impulso de querer acabar con todos. No distingo a nadie, quién me habla se queda ignorado o con la palabra en la boca, para cuando busco el auto con el que vine ayer, encuentro a Georges recién llegado.

—Yvonne...—musita.

Sujeto las solapas de su traje, dejándolo a centímetros de mi rostro, se extraña, espanta y recobra aquel carácter intentando hacerle competencia al mío, ninguno de aquí me llega siquiera a los talones así compartamos la misma sangre.

—Si se arruina —siseo con los dientes apretados —. Prepara el funeral de Joe.

Se quita mis manos de encima con la respiración irregular, luce impactado y sorprendido de lo que le he dicho, porque por mi actitud no es, ya está acostumbrado.

—No estás hablando con cualquiera, Yvonne, por mucho que seas, sigo siendo tu padre y a mí me respetas.

No tengo tiempo para sus estupideces paternalista, bostezo hastiada de él y de todos.

—Eso me vale mierda, solo te estoy avisando —reviro.

Entro a mi auto, acomodando el bolso en el asiento libre.

—¿De qué estás hablando? —se apresura a donde estoy, lo ignoro —. Mocosa...

—La perra de tu madre es la mocosa —escupo.

Cerrándole la puerta en la cara, sino se quita casi lo atropello. Salgo de la propiedad conduciendo en la avenida.

Hay una mansión imponente no tan lejos de la nuestra, quizá a unos veinte minutos caminando y unos cinco o menos en auto dependiendo de cómo esté el tráfico.

Si estoy en lo correcto estaba desanimada y ahora hay hasta jardineros limpiando el césped.

Hace tiempo intenté comprarla, es grandiosa, tiene una fachada diseñada de un estilo exclusivo, los ventanales son blindados, puedes ver lo que sucede en el exterior, pero no lo que hay en el interior.

La quiero, voy a seguir insistiendo hasta conseguirlo, a mi nadie me dice que no.

El semáforo cambia y continúo manejando hasta llegar al hospital donde está mi supuesto prometido.

La ansiedad me desespera, tengo un apetito sexual incontrolable, llevo días sufriendo de lo mismo, ya ver pornografía no me tranquiliza tanto, se volvió aburrido y cuando me acontece lo que no tiene nombre, suelo estar de malhumor. Soy más propensa a la necesidad sexual después del periodo.

Trato de calmarme, sudo incluso, rebusco en la cartera, Luisa la organizó, lo más probable es que haya echado mis pastillas aquí.

Según tengo entendido las tomo desde los diecinueve años.

INFAMES ©Where stories live. Discover now