Capítulo 15

695 83 9
                                    

Yvonne

Tiempo antes, a la salida del antro.

La ola de periodistas se viene encima de mí dejándome poca escapatoria cuando tengo otro vértigo peor que el anterior.

Desesperada, acorralada, sin salidas busco una oportunidad, sintiendo que el corazón me va a salir por la boca y el lagrimeo a causa de la falta de aire y esta fatiga termina de nublarme la vista.

—Yvonne, ¿No tenías un compromiso con Mason Wilson?

—Te estabas besando con un hombre que no es él.

—A pocos días de romper el compromiso ya andas con otro.

—¿Estrategia de publicidad u oportunidad?

Roto en un círculo cada vez más angosto, incapaz de escuchar las siguientes preguntas con claridad. Las personas siguen murmurando y maldigo mil veces por salir sin un equipo de escoltas.

Se van acercando hasta dejarme poco espacio donde pueda respirar, colisiono, gritos, escándalos, ruidos e intermitente pitido en los oídos.

—¡YA BASTA, BASTA! ¡ES SUFICIENTE, MALDITA SEA! —estallo, apartando a todo mundo, me escabullo por sus piernas —. ¡DÉJENME EN PAZ, MI VIDA ES MÍA! —sigo gritando sin poder parar bajo una cámara y luces que no dejan de grabar —. ¡METANSE EN SUS ASUNTOS Y DÉJENME DE ATOSIGAR!

Corro con todas mis fuerzas lejos del gentío, pierdo las calles, me olvido del auto que vale más que la casa de cualquiera, de que debo parecer una loca pasando semáforos, corro hasta que no siento el aire, hasta que las rodillas fallan, cayendo desparramada en el asfalto de una calle no muy iluminada, hay un par de drogadictos detrás de mí.

Luzco joyas finas y exclusivas, nunca sentí que me ahogaba tanto, con ardor, furor, vehemencia. Juro que no puedo respirar y hay una roca en mis pulmones imposibilitando el aire a la vez que cientos de bates azotan mis neuronas.

—Chica, ¿Te encuentras bien?

Uno de los tantos que se droga parece preocupado, es irónico en esta gente.

—No te me acerques —retrocedo.

Con las manos al frente, regresé hace seis años y desde entonces odio las drogas, tomo, pero casi siempre a la defensiva, yo tengo que saber que hay en el vaso, yo servirme mi propia bebida.

—Eres la que sale en esta película que ha roto récord mundial —es un fanático más.

No puedo respirar, el corazón me late apresurado en el pecho.

—¡Qué te alejes!

Comienzo a perder la visión, a ver todo borro, el pulso late en mis oídos, doloroso y agonizante.

—Nadie va a hacerte daño...

Soy inhumana, sin embargo, a veces presiento que ya viví mucho de lo que ahora no recuerdo y precisamente desconfío de esa palabra, alguien lo dijo.

Caigo en un abismo que se va oscureciendo, el dolor es demasiado grande. Es que su olor, la presencia, el beso, la demanda vehemente... ¿Quién es Gardener?

Creo que mi cerebro se esfuerza en traer algo de vuelta.

Llamando a Luisa...

Es lo último que digo, la tengo como contacto de emergencia.

Pierdo la noción del tiempo porque el pitido es insoportable en lo que recuerdo lo sucedido en el antro, no a Verónica, sino a Bartholomeu.

Lucho por aire hasta un punto en donde ya alguna máquina lo hace por mí.

INFAMES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora