Capítulo 22

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Essoh

Cuesta mantener la calma en lo que sostengo una conversación que por lo pronto es diplomática entre la reina de los dieciséis reinos ingleses.

Bajo la mesa aprieto los puños, procesando la petición en sí.

Logró escapar.

Maldición, es que no me basta con tener solo a George, si bien también está cautiva Victoria, ella solo es una mujer sin voz o voto, quién es manejable por el marido, el objetivo es Joe, con él es el problema, le tengo incluso más odio a él, que a la infame de Yvonne.

Cierran el holograma, sumiendo el lugar en el silencio absoluto, madre preside el otro extremo de la mesa, desde donde estoy percibo una energía casi en comparación a la mía de negativa.

Con un ademán, ordeno dejarnos solos, recargo el peso sobre el espaldar de la silla, perdiendo así la típica postura que siempre mantengo.

Negarme a la petición significaría sin duda una declaración de trato comercial y más, lo que conllevaría a que otros países se enteren y de por sí, aliados con Inglaterra se dejarían convencer, retirando así el apoyo mundial en su gran mayoría.

—En la llamada nos dimos cuenta de que diplomáticamente —enfatiza madre, entre comillas —. Te han sugerido con su supuesta sutileza dejarlos ir o de por sí comenzar a poner en contra de tu mandato a otros gobernantes.

Otro punto en contra.

Es el bien de mi nación, de mi liderazgo lo que está en juego, sin embargo, por igual manera está en juego mí integridad, mi honor, mi sufrimiento.

Justo ahora siento que tantos años de espera, fortalecerme, penden de una cuerda floja, necesito ajustarla.

—No quiero dejarlos ir —arrastro los dientes sin frenesí.

Las cicatrices físicas hormiguean siendo un vivo recordatorio de lo que viví, la puñalada en el pulmón todavía tiene grosor, los años la han disminuido en el exterior, por el contrario, en el interior contigua intacta.

La sala de juntas desaparece, quedando solo yo a mi alrededor y como fondo los recuerdos.

Estaba tan herido, tan golpeado, muñecas dislocada, huesos rotos, cortaduras, deshidratado después de haber pasado tantos días que hasta la fecha me parecen desconocidos sin alimento, sin agua en los últimos.

Cuchicheaban para mí, no los podía escuchar, Yvonne había desaparecido, lloraba lágrimas saladas, de sangre, lo que nítidamente escuchaba era a ella, lo que dijo, lo que los primeros días me negué a creer.

Patearon mi estómago, me quejé, mis costillas no estaban bien, rotas, tanto dolor me estaba cerrando el paso del aire, no era lo físico, sino lo que llevaba en el alma.

No sabía dónde habían dejado a mis hermanas después de que firmara aquello, a mi madre, solo estaba yo, en un lugar oliendo a todo, mi ropa sucia o lo que fue.

Los cuchicheos se detuvieron, seguía trayendo a colación a Yvonne, ella fue mi peor tortura, cuando menos lo esperé, el filo caliente de alguna daga, traspasó las capas de mi piel, enterrándose en lo más profundo, robándome el aire, en definitiva.

Luego todo fue mareos, asfixia, lucha por vivir.

—¡Essoh, cálmate! —las manos de madre intentan tomarme de la cara, las aparto por instinto y reflejo propio.

Respiro mal, el pecho me vibra con dolor, miro mis manos sangrantes, volviendo en sí, despedace una silla, los objetos más cercanos, todo está hecho un desastre.

INFAMES ©Where stories live. Discover now