Capítulo 14

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Yvonne

Aturdida por el regreso de aquel vértigo, debo sopesar por un largo instante lo que está sucediendo.

Es como el entorno, el lugar.

Sí, soy actriz, he firmado muchas películas e incluso series, tal vez sea producto de eso y lo ambicioso que es el siguiente proyecto en el que estaré como protagonista, eso debe de ser, porque de lo contrario me hallo sin explicación a que todo suceda como en cámara lenta, paralizándome en el proceso.

Reacciones como si tuviera parálisis real, sin voluntad de emplear cualquier otra facultad para avanzar.

—Aprende a diferenciar a quien puedes gritarle y a quién no —masculla.

Unos ojos negros, barba prominente, cabello rizo y abundante, hay algo más, claro que sí.

La presencia, las acciones, quizá sólo es el entorno o tal vez a Luisa se pasó algún fármaco.

Qué se yo, solo sé que en verdad no sé nada y cada vez que este tipo aparece termino contrariada.

—¿Te comiste la lengua tú misma por víbora? —inquiere.

Reacciono.

Alzo el brazo dispuesta a cruzarle la cara de una cachetada. El intento queda en eso, detiene la dirección del golpe con una de las suyas.

Temblor, sudor, fuego, un volcán al chocar los dos, respiro agitada por el enojo, las sensaciones, por lo aturdida.

Desprende magnetismo, furia, vehemencia.

—Víbora tu madre —refuto con la mandíbula tensa.

Si algo ideé es que, para ofender al sexo opuesto solo necesito dos o tres palabras y entre una de esas es devolverle los insultos lanzados acompañados de la fulana que les parió.

—A mi madre la respetas, prepotente de porquería —aprieta con más fuera, si sigue va a quebrarme el brazo, por ende, forcejeo.

—¿Quién es para merecer mis respetos?

Clavo las uñas en sus antebrazos, posee fuerza descomunal.

Debería estar como una loca gritando que hay un maldito esclavo maltratando a los amos, por el contrario, lidio esto sola, lo que me pasa, cada vez que aparece sufro de vértigos y dolorosas punzadas en el cerebro acompasada de una excitación sin explicación.

—Alguien a quién le quedas pequeña —se está conteniendo, mostrando un aura bestial —. Fíjate por dónde manejas o la próxima no respondo, menos con robots que se creen la gran cosa.

Logro soltarme, quiero pegarle, alzo la mano opuesta y con reflejos rápidos la detiene.

El aire no cruza entre ambos cuerpos por la nula distancia, somos alto, el más.

Sigo creyendo que voy a terminar desmayada una vez más, ese perfume, este ambiente, la voz, ¿Qué es?

Desconcertada, apoyo las manos en su pecho, el dolor se atenaza quitándome cualquier capacidad de poder mirar más arriba.

Los dedos bajo mi barbilla me obligan a mantener los ojos arriba donde unos negros quisieran perforarme tal vez el alma.

¿Qué busca? Esa mirada inquisitiva lanza cientos de interrogantes.

—Estas muy mal acostumbrada, maldita loca —sacudo la cabeza tratando de reaccionar —. Tus inflas de grandeza déjalas para los peleles que tanto usas, una vez más que intentes golpearme te saldrá caro.

Malinterpreto lo que ha dicho, bajo las palmas de estás manos se palpa un cuerpo duro.

¿Qué estoy pensando?

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