Capítulo 27

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Yvonne

Cada quien se ocupa de sus quehaceres. Ingreso a la nueva habitación, diez mil veces mejor, todo es más amplio, mejor ventilación. Mando a Luisa por lo que sea que haya dejado en la anterior ubicada al final del pesillo.

Que ofensa.

Merezco más que las otras, eso nadie puede discutirlo.

Tania, según es su nombre, parlotea de cómo nos conocimos, eso sí lo recuerdo, fue antes de los diecisiete años, después nada más.

Era de esperarse que no me simpatizara, ni me agrade.

Narra una historia de amor que parece ser perfecta entre Essoh y yo, incluso da detalles de cómo fueron las bodas, los días de fiesta en lo que no recuerdo absolutamente nada, ni me empeño.

Sabe más de mi vida que yo misma. Al menos de la antigua.

—Doy por sentado que si eres "mi amiga" —comento, queriendo llevar esto a donde necesito, me urge.

—Claro que lo soy, que no recuerdes es algo, confío en que lo lograrás —expresa.

Nos han traído de comer al ser medio día, tengo mi propia sala comedor en una habitación, por supuesto que yo no me iba a sentar en el suelo sobre almohadas como acostumbran, lastimándome la espalda, no, mis costumbres, mis reglas.

—No confío en nadie —soy honesta.

Realiza un mohín triste.

—Nunca voy a lastimarte, Yvonne —asegura.

La miro por debajo de mí, tanto han dicho eso más nadie cumplió, no le creo.

—Tendrás que hacer mucho para que logre creerte —continuo. Sabiendo yo que solo es un plan.

No está demás poner a prueba la lealtad de las personas, ahora solo necesito a alguien que sea el medio de realizar lo que tengo en mente.

—Estoy dispuesta a hacer lo que sea, amiga, con tal de verte bien otra vez. Que seas la Yvonne de antes, lo segura de ti es un sello que portas desde pequeña, pero esta frivolidad no. —sostiene mi mano entre las suyas.

Tres segundos después la estoy quitando, mientras mastico.

—¿Cuándo te vas? —inquiero.

Las cursilerías me dan cringe. ¿Qué tanto se quejan? Ya no hay nada que hacer, soy esto. Deben aprender a vivir con eso.

Se encoge de hombros, imitando mi gesto, antes de tragar para poder hablar.

—No lo sé, quiero pasar tiempo contigo, tengo fotos, narrarte cosas de tu vida a ver si puedes recordar —contesta, insistiendo en lo mismo.

Alarga demasiado una respuesta.

—Te vas mañana —sentencio.

Abre y cierra la boca, indignada ante la orden y lo que interpreta como rechazo.

—¿Cómo? ¿Pero por qué...?

Demasiadas preguntas. Alzo el brazo indicándole que haga silencio.

—Te vas con Essoh, dispondrá algún avión para ti, no, mejor uno comercial, le avisarás minutos antes de que él tome el vuelo a Dubái —indico.

Perdida en un mapa, pestañea con el ceño fruncido soltando los tenedores.

—No entiendo de qué estás hablando, me estás echando literalmente...—alega.

Aburrida por la falta de inteligencia de las personas, prefiero beber virando los ojos, fastidiada.

—Luego dicen que la sin neuronas soy yo —espeto —. Tú tomas lo que quieres tomar, por ende, lo interpretas, lo mismo hago yo.

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