CAPÍTULO 25: Hogar

2.1K 331 109
                                    


ACTUALIZACIÓN DOBLE.

LIANA

No supe hasta que los vi, que a los chicos de Procida les encanta hacer deporte en la noche en la playa. 

Mientras se arman los equipos para una partida de voleibol en la arena, halo de Adrian a un costado del grupo para confesarle algo tan bochornoso que me es casi imposible decirlo.

Mi coordinación para cualquier juego deportivo es nula. 

—¿Qué dices? —me pregunta, entre risas, como si lo estuviera jodiendo y no hablara en serio.

Aprieto los dientes.

—¿No sabes jugar vóley?

—No —respondo, avergonzada.

—¿Qué hacías de niña?

Ver películas con Theo, jugar con Lily, molestar a Theo, revisar el celular de Theo, hacerle caras raras a sus novias Barbies de catorce años, ah, y comer muchas brochetas de fruta.

—Nunca me ha gustado mucho el deporte —respondo.

—Eso es lo que los descoordinados dicen —me molesta. Le golpeo un hombro.

—De porrista la hago estupendo —digo, alzando un puño y contorneando las caderas.

—Nada de porristas, vas a jugar con nosotros —quiero hablar, pero no me deja—. Y no te preocupes por los puntos que solo lo hacemos por diversión —se aleja un poco y habla un poco más fuerte—. Relax, Liana. Solo diviértete. ¡Es solo un juego!

Me mentalizo con esa frase hasta que veo a una de las participantes del otro equipo, una chica alta y de unos brazos musculosos. Me mira de pies a cabeza y sonríe.

El primer saque empieza por el equipo contrario y el primero en recepcionar la pelota es Luca. Lo hace con dificultad, por lo el segundo en responder es Adrian quien logra tirar la pelota sobre la net. Sin embargo, la jugada es rápida y pronto está en nuestro campo. Esta vez, va en mi dirección. Me adelanto un poco en responder, pero Camille se me adelanta y caigo en la arena de culo.

—Perdón, Lia —se disculpa.

—No te preocupes —digo, quitando la arena de mi ropa.

Miro a Adrian y me hace un gesto de gatito travieso, abriendo la boca y sonriendo al mismo tiempo. 

Dos jugadas después, el equipo contrario ya sabe que soy el punto débil. No es muy difícil notarlo cuando tengo la mirada rebotando entre cada uno de los jugadores. Nadie quiere pasarme la pelota y lo entiendo y agradezco, incluso lo disfruto. Soy quien hace berrinche y grita ¡Tómala! ¡Bien! ¡Así se hace perro! 

He dicho que soy buenísima echando porras.

Al final del primer tiempo, me desplomo sobre la arena panza arriba. Entre risas, la calentura de mis mejillas y mi respiración entrecortada, no puedo negar que me la estoy pasando genial.

Aunque mi equipo quiera asesinarme. 

Cierro los ojos un momento para recuperar el aliento y cuando los abro, veo a Luca desde abajo. Me mira con preocupación y algo apenado. 

—Lo has hecho estupendo —estira una mano para que la tome. 

—La amistad también implica decirle a tu compañero que es una mierda en los deportes —tomo su mano y él me ayuda a levantarme de la arena.

Cuando te enamores de mí.Where stories live. Discover now