CAPÍTULO 1: Sobredosis de belleza

9.1K 936 1.2K
                                    

Sobredosis de belleza 

Si alguna vez has tenido un mini infarto, taquicardia, pérdida de la capacidad de describir algo con palabras, estupefacción, ansiedad, ganas de llorar, emoción a altos niveles y/o ganas de arrancarte los cabellos...

No, no es el efecto que causa tu crush en ti.

Se llama Síndrome de Florencia o estrés del viajero.

Y creo convertirme próximamente en otro caso que compruebe que esto realmente existe. ¿La causa? Procida.

Procida ha estado en mi lista de espera desde hace cinco años. Es una isla pequeña de Nápoles en Italia. Solo tiene un aproximado de diez mil habitantes, una de sus actividades principales es la pesca, casi no hay autos (según lo que sé), pero está llena de casitas multicolores, fiestas comunitarias cada semana y lo mejor de todo, es que el paisaje que ofrece es una sobredosis de belleza.

Sin duda, he elegido el destino perfecto para pasar mis días antes de ingresar a la universidad. No me arrepiento de haber dejado a Zoe con sus planes en Las Vegas. Creo que Procida es la mejor elección que pude haber tomado en mis dieciocho años de vida. Además de eso, tiene un plus y ese plus tiene nombre y apellido.

Theo Burckhardt.

—Son veinte euros — me dice, el señor de la caseta. Acaba de interrumpir mis pensamientos.

Le entrego los billetes y camino hacia la subida de pasajeros para ingresar al ferry. Busco mi asiento como por cinco minutos hasta que lo ubico al lado de una ventanilla. Arrastro mi maleta cerca a mis pies y estiro el cuerpo sobre el asiento de mi costado para ver si llegará alguien más.

Bueno, ¿Qué estaba contando?

Ah, sí.

Theo.

Antes de eso mencionemos que me gusta pensar como si mi yo interior fuera un oyente.

Theo es mi niñero.

Bueno, lo fue por un tiempo.

No era uno bueno, debo confesar. Olvidaba siempre que debía ayudarme a hacer las tareas y lejano a eso encendía la televisión para ver películas de super héroes. Me contaba historias de terror en lugar de un cuento de hadas y me dejaba maquillarlo a mi antojo. El verde era su mejor color porque le resaltaban sus hermosos ojos verdes. El rímel era la mejor parte porque siempre me cuestionaba el usarla o no. Siempre creí que era completamente innecesario en él. Theo tiene unas enormes y rizadas pestañas que son toda una envidia.

Bueno, espero que las siga teniendo...

Y en fin, también es el hijo de la mejor amiga de mi madre.

Creo que todas las chicas de mi secundaria mataban por mi cercanía con él, pero yo la detestaba.

Ya les explicaré el por qué.

—¿Eres el número ocho?

Me desconecto de mis pensamientos, levanto la mirada y encuentro el rostro confundido de alguien que no sabe ubicar su asiento.

—Sí —respondo.

—Vale, soy el nueve. Este es mi lugar.

El muchacho toma asiento abruptamente, tanto que cuando lo hace doy un pequeño salto en mi lugar.

Noto que tiene el cabello rubio hasta los hombros, una nariz alargada y respingona, lleva una camiseta con mangas cortas y se nota muy sofocado.

—El calor de me mata — agita el cuello de su camiseta y bota un poco de aire frío por la boca, luego voltea a mirarme y me... ¿sonríe?

Cuando te enamores de mí.Where stories live. Discover now